viernes, 25 de mayo de 2007

Tango donde una mujer termina feliz

Maldita entraña


Me enamoraron tus ojos

Y tu pinta de mentado

Niño bien abacanado

Quien lo iba a imaginar

Que ocultabas una daga

Pa´ clavármela de atrás

-¡ Siempre seré tuyo...

Viejita mía, adorada ¡-

Me engrupiste con chamuyo

Me tuviste enamorada

Yo, tu dulce musa jovata

Vos diez abriles menor

Creía que era tu reina

Y me robaste el honor.

Descubriste en mis cuarenta

Vento, juventud y carpeta

Ya no soy una pebeta,

Jugaste con mi ilusión

Y desde el borde é la pileta

Sólo diste un chapuzón.

Me preguntó que hago ahora

Con los cheques que largué

Hoy que quedé pagando

El reloj y aquel jaqué

Decímelo vos traidor

Si aún te queda valor

Como se pagan ahora

Las deudas de un metejón.

Sabías que tenía vento

Eso lo tenías claro

Y no dudaste un segundo

En robarme hasta los tarros.

Resultaste mala entraña..

Pronto se te irán las mañas

Porque este engaño fulero

Ha de costarte muy caro

Cuando la muerte muñeco

Te encuentre en el callejón

Acordáte de esta vieja

Que te entregó el corazón

Historia de un pueblo

PUEBLO BLANCO

cuento

LA OLLA

Pueblo Blanco, así le decían a ese lugar, tan cargado de magia, con aquellos perfumes extraños y esos sabores agrestes, que permitían sentirse libre a toda aquella persona que lo habitara.

Antonio era un lugareño; ya hacía varios años que había llegado con su familia una cálida tarde de enero. Poco después sus padres se habían separado; fue entonces cuando su madre, Lola, decidió vivir en La olla junto a sus cuatro hijos: Antonio, el Gurí, la Lore y Susi la mayor de todos.

El verano era fuerte y sólo se podía soportar cerca del río, ya sea nadando o andando en canoa. Así... nadando y remando ese río se llevó a la Susi aquella calurosa siesta cuando sólo tenia dieciocho años; la morocha más linda del pueblo dejó a su familia desolada.

Tristes fueron los primeros tiempos sin ella: La mayor, la que ayudaba con los hermanos, la que trabajaba para traer un poco de pan, la que no llegó a conocer la alegría de tener un novio, como Dios manda. La familia jamás superó su ausencia y poco a poco se fue destruyendo, cada uno en soledad lloró su muerte.

A la Lore, la más pequeña, no le fue tan mal en La olla (así se llamaba el barrio pobre escondido tras la hondonada) había lindos chicos, sólo que nunca le contaron como cuidarse de ellos. A los quince ya tenía una niña con El Luis, pero éste se fue del pago a buscar nuevos horizontes y jamás volvió. Por suerte o por desgracia, a los dieciséis llegó Pedro, hijo de un señor muy importante que vivía en el barrio alto, con él los cuidados fueron menos, así a los nueve meses la Lore repitió su historia . Esta vez no le fue mejor, pues, al niño bien, le prohibieron volver a verla para evitar habladurías; su padre, el Director del Normal, no quería ser señalado por las correrías de su hijo. Fue entonces como La Lore tuvo su niño en lo de Doña Paula, la partera, pero no lo pudo ver; le dijeron que era enfermito, que necesitaba cuidados especiales y, por unos pesos de más, Doña Paula le dio la triste noticia de su muerte. A la Lola le vino bien el dinero que le dieron a escondidas ,—Así es mejor—pensó la Lola —Una boca menos— y... nunca más se habló del tema.

Mientras tanto, la Lola era bastante requerida los hombres del barrio, después de todo, aunque parecía mayor, sólo tenía treintaicinco años. Al padre del Antonio y la Susi lo veía casi siempre, pero el padre del Gurí sólo venía de cuando en cuando a pedir dinero para emborracharse en los bares del pueblo; peor suerte corrió La Lore con el suyo, pues nunca lo conoció.

Por su parte el Gurí y el Antonio vivían para jugar al fútbol, eran más grandes, pero todavía la primavera no los había sorprendido, quizás por los sanos consejos del padre de Antonio que los quería a todos como a sus hijos.

La playa era para los varones el lugar de encuentro con sus amigos, allí pasaban horas jugando en la arena caliente hasta que, sus pies, ardidos, daban señales de pertenecer a su cuerpo. Entre juegos y canotajes el tiempo parecía detenerse, siempre era tarde para ir al colegio o para hacer sus tareas, sólo conocían de peces, carnadas y de toda cuestión referida al río.

El río... con las fauces de un gigante que se había devorado parte de su vida, era para el Antonio, misterio y atracción; todos los veinticinco se sentaba en la playa, allí donde pisó su hermana por última vez, a recordarla. En ese lugar podía resucitar su larga cabellera negra, su sonrisa blanca y sentir que el viento le devolvía su risa por un instante. La Susi, compañera de juegos, su hermana casi gemela,- pues sólo era un año mayor que él- , aparecía y desaparecía entre el río y la playa, besaba sus mejillas y le dejaba ese sabor acre de la ausencia... .

EL ESPECTRO

Aquel verano Antonio cumplía sus dieciocho y su cuerpo dorado de sol recordaba al legendario Tarzán, su cabellera larga, rizada, y esos ojos café hacían zozobrar a cuanta joven caminaba por la playa.

En esa temporada descubrió azorado los cambios de su cuerpo y la influencia que ejercía sobre la jóvenes lugareñas. Su aspecto salvaje, el pecho ensanchado, sus largas piernas y sus brazos toscos, inflados de tanto pelearse con las canoas y hacer carreras de nado con sus amigos, eran la envidia de cualquier vago de la zona. Las chicas le echaban vistazos de reojo, esperando se digne a mirarlas, pero él sólo tenía tiempo para el río y las canoas. En vano lucían sus trajes de baño diminuto, su piel color bronce delante del Antonio.

En ese salvaje escenario, se recostaba todas las tardes sobre aquel sauce llorón que parecía la cabellera de una mujer,la que ,ardiente por el sol de enero buscaba ayuda en el viento para refrescarse en el agua junto a los peces .

Estaba mirando el río cuando escuchó el silbato :

— ¡Ayuda, se ahoga !— gritaban unos vagos cerca del muelle.

Corrió el bañero a auxiliar a el Mecho, a quien su canoa le jugó una mala pasada. El Antonio se acercó a ver a su amigo, que boqueaba sobre la arena, fatigado por el sacudón.

— ¿Estás bien? — preguntó.

— ¡Sí, que susto!— contestó el Mecho, escupiendo agua.

Al levantarse, su mirada quedó presa de un par de ojos negros que lo observaban de arriba hacia abajo con rostro expectante. Fue un segundo de tiempo; cerró los ojos y se los refregó para convencerse ...

—¡ La Susi ! gritó y dando un salto corrió a abrazarla, pero esa imagen se esfumó en el aire dejando el perfume de su piel.

Inútil fue buscarla por toda la playa, había visto un espectro; sin embargo, era la viva imagen de su hermana, no podía equivocarse.

En las tardes siguientes volvió a recorrer el lugar en busca de esa mirada, pero todo fue en vano; les contó a su madre y a sus hermanos, quienes lo trataron de loco.

— ¡ Cómo se te ocurre!—dijeron sus hermanos al unísono.

— ¡El sol te ha hecho mal — decía su madre, persignándose.

Pero el Antonio no podía olvidarla :

— ¡Me estoy volviendo loco — pensó, camino a la playa.

Esa tarde, después de haber navegado un rato se recostó en la arena a tomar sol, el aire cálido lo envolvía, sus ojos pedían descanso y cerrándolos se dormitó un rato. Lo suficiente como para que en sus sueños apareciera ella ; otra vez esa imagen le generaba sobresalto. Abrió los ojos y se encontró de pronto frente a ella, pero esta vez el sentimiento cambió .

Esa morocha era real, y lo miraba con su blanca sonrisa.

— ¡Es La Susi! ¡ Qué parecida! —pensó preocupado; mientras la joven intentaba acercarse a él.

—¡Hola! —Murmuró la chica —¿Sos de por acá ?...

— Sí, soy el bañero de esta playa — Asintió Antonio, tratando de sostener su mentira con una pose de hombre forzudo ensayada muchas veces.

—¡Qué bueno !,¿Cómo te llamás ? retrucó la chica, sin creerle demasiado.

— ..Anto....Tony, me dicen Tony , ¿y vos ?—contestó, con dudas.

—..Paulina ...me dicen Pau... ji, ji— Contestó la joven soltando, una carcajada.

EL AMOR

De inmediato Antonio sintió como un tropel embravecido le cruzaba el pecho y, sonrojado trató de controlarse...

— ¿De dónde sos, Pau? —preguntó

—Soy de una ciudad de sur llamada La Loma, vengo todos los veranos a visitar a mis parientes— contestó la damita, jugando con los dedos en sus renegridos cabellos.

—¿Querés que te lleve a pasear en bote?

— Me da un poco de miedo, pero...—

—¡Dale, te voy a enseñar la isla y el barrio de los pescadores, vamos ! — dijo el Antonio estirando su mano hacia ella.

Cuando la tocó, sintió un temblor impredecible,... se dio cuenta de que surgía en él un sentimiento desconocido.

Los paseos en bote se sucedieron uno tras otro, así como las largas caminatas por el parque y los atardeceres en la playa. El amor crecía y, el Antonio ya había olvidado cómo empezó esta historia, sólo deseaba que no terminara nunca.

La risa era su aliada más fiel, la música que compartían les brindaba la alegría que pocos entendían, cuando eran sorprendidos bailando en el medio de la calle, o sobre un banco de la plaza, como dos locos. La imitación de un bailarín de moda era lo que a la Paulina más le divertía del Antonio, adoraba verlo contornearse al compás de la canción que él mismo tarareaba. Ambos sentían que eran almas gemelas, parecían conocerse de tiempos remotos, sabían que el amor los tocaba de cerca.

Los acercamientos fueron cada vez más fuertes, ya no bastaba con besarse o abrazarse, las miradas se chocaban, y sus cuerpos jóvenes, se deseaban profundamente. Con estos sentimientos, resultó fácil encontrar un lugar para la pasión . La casa del padre del Antonio, que volvía tarde del trabajo, fue para ellos el refugio ideal para una tarde de amor... Una tarde cálida de verano, dos cuerpos adolescentes sedientos de placer; el candor de una joven; un deseo: que sea una tarde interminable; una ilusión : que este amor dure toda la vida... .

Estos encuentros se fueron sucediendo con más frecuencia, con más emoción, después los pudores se escondieron entre las sábanas, y juntos fueron descubriendo las formas de sus cuerpos, sus almas se fundieron en el primer amor. Ese amor que les permitió volar y soñar.

Durante un tiempo Antonio escondió ese amor, pues pensaba lo que sentiría su familia cuando la conocieran,—Ese parecido con la Susi , va a ser muy difícil que no se den cuenta—murmuraba en su interior.

Pero fue inevitable. Una tarde, de paseo por el parque con la Paulina, se encontró de frente con su mamá que hacia lo mismo con su novio. Los ojos de la Lola se iluminaron, un frío estremecedor recorrió su cuerpo, — ¡La Susi! — gritó, persignándose sin parar. Un segundo fue suficiente para recordar ese episodio, la embarcación boca arriba, su hija gritando en el río, los bañeros desesperados luchando por salvarla y después... el horror; el cuerpo de la Susi hinchado, morado, y sus ojos, víctimas de las pirañas, cuando la encontraron al día siguiente en la orilla.

La Paulina no comprendió su actitud, pero tuvo un presentimiento terrible, quizás el mismo que tuvo Lola cuando vio el fantasma de su hija. Al fin se saludaron; más tarde, el Antonio le contó a la Paulina la historia de su hermana y el singular parecido entre ambas. Ella comprendió, pero quedó aterrorizada, no podía dejar de pensar en esa tragedia que, por momentos, parecía un mal sueño que la relacionaba con tan absurdo destino.

Los días pasaban y los enamorados parecían no molestarse cada vez que algún conocido los cruzaba y se repetían las escenas de sorpresa al conocer a la joven y creer que veían al espíritu de la finadita. También la conocieron el Gurí y la Lore pero, prevenidos, disimularon muy bien.

Poco a poco, en la olla se fue instalando el rumor:

— ¡ El ánima de la Susi merodea por el poblado !— alertó, Doña Flora. —¡Viene a buscar descanso, Dios se apiade del Antonio, meterse con su propia sangre¡ — dijo haciendo cruces en el aire.

—¿Qué dice Doña?—Preguntó la Lola.

—¡Dejáme este asunto a mí querida, vos cuidá a tu hijo de esa extraña —contestó la vieja, juntando unas hojitas del suelo.

Antonio comenzaba a preocuparse por aquel rumor, no le gustaba que lo señalen, pero su pasión era incontrolable. Día a día el sentimiento por la Paulina era mayor. A veces le parecía verla entre la gente llamándolo , agitando sus brazos... él corría obstinado hacia ella, pero,... su imagen se evaporaba. Muchas tardes, después de verla, lo encontraban sus amigos hablando solo, caminando por la orilla de la playa donde la conoció.

Sus encuentros eran cada vez más bellos. Tan bellos que él ya no podía creer que esto fuera real ... había comenzado a pensar lo que decían acerca de ella :

—¡ Es el ánima de la Susi ! ¡Es tu propia sangre !— sentenció Doña Flora.

— ¡Es mandinga en persona, quiere venganza!—comentó su madre.

—¡Te va a volver loco !—, le dijo el Gurí.

Pero el Antonio ya no escuchaba, su mente estaba muy lejos,... allá ... en la orilla de la playa,...ese día en que se arrojó al agua para salvar su pellejo cuando la canoa se dio vuelta; escuchó los gritos de su hermana pero no pudo volver atrás, la corriente lo arrastró hacia un amarradero, pero la Susi no tuvo la misma suerte. Cuando giró la cabeza descubrió sus ojos desesperados que le hablaban con una mezcla de odio y furia, dolida por aquella fuga.

—¡Yo no pude volver atrás, no tenía fuerzas, no la abandoné! —Gritó con impotencia.

Preso del llanto y el dolor corrió a buscar a la Paulina cuya figura, para entonces, era la reencarnación de su hermana. Sus pasos lo llevaron sin pensar a La Olla, y extrañamente, la encontró en su propia casa, junto a la Lola con su sobrina en los brazos. Sin pensarlo se lanzó sobre el cuello de esa mujer, presionando muy fuerte, mientras su familia trataba de detenerlo inútilmente. Sus ojos, ciegos de venganza y miedo, sólo reflejaban la cara de la Susi o la Paulina; Luego siguieron gritos, confusión, y el golpe en la cabeza que le dio el Gurí para frenarlo.

Esto pasó en un instante, un minuto de locura le costó al Antonio la cárcel y luego el manicomio, la droga y el alcohol hicieron el resto.

Parte de esta historia me la contó la Paulina dos días antes de la tragedia, cuando le vendí el boleto de ómnibus que la llevaría de regreso a su casa, pues terminaban sus vacaciones .

Lo demás, fue comentado en todo el pueblo durante mucho tiempo

Una vez más la desgracia envolvió esa familia, una vez más la Lola estuvo de velorio. Pero esta vez para enterrar a la Lore, la menor.

FIN

Queres saber hasta adonde llega un mitomano?

MITOMANÍA

I)

“Cuando la mentira nos subyuga y nos somete a su antojo, todo a nuestro alrededor se transforma de una manera extraña, inexplicable para algunos,...divertida para otros”.

Estas palabras me parecieron un buen comienzo para mi historia acerca de los mitómanos, pero antes recurrí al diccionario a buscar el significado de la palabra mitomanía y encontré el siguiente texto: “ Propensión a mentir e inventar cosas fantásticas, con el fin de adquirir notoriedad. ”

Mientras pensaba cómo redactar la nota para el periódico, comencé a recordar algunos testimonios del juicio que presencié estos últimos días en un juzgado de la capital.

Se trataba de un asesinato por encargo, y de cómo la actuación de un mitómano fue el disparador de una serie de conflictos entre amigos que desembocaron en la locura.En mis años de periodista jamás escuché una historia semejante.

En el juzgado del doctor Galves declaraba el oficial Larrañaga, el policía de la Federal que encontró el cadáver:

—El cuerpo que encontramos esa noche en el río Punta Carrasco, mientras patrullábamos, estaba irreconocible, desfigurado, con múltiples golpes en la cabeza, escoriaciones en distintos lugares del cuerpo y su órganos genitales arrancados cruelmente. Su rostro calcinado, aparentemente por un soplete, ponía de manifiesto el rencor de su asesino . Lo único que se podía reconocer entre las algas que enredaban su cuello eran unos particulares colgantes de oro; en sus manos, junto a las sogas que las sujetaban, una pulsera de oro con algunas inscripciones, que más tarde mandamos a analizar.— Afirmó Larrañaga con actitud serena y firme.

A medida de que se sucedían los testimonios, el ánimo de este personaje se fue trastocando; en principio, yo no conseguía esclarecer cuál era la razón, pero poco a poco mis dudas comenzaron a disiparse.

—Suficiente, por ahora, se llama a declarar a la señora Mariana Lico de Raies — ordenó el juez.

Subió al estrado la esposa de Norberto Raies , alias ¨Pappo¨, a quien los amigos llamaban ¨la Torda¨ por sus estudios universitarios ; ella, sin demostrar un mínimo de tristeza, comenzó a detallar lo que sabía, con mucha serenidad:

—´´ Modesto Coria provenía de una familia acomodada del barrio de Villa Urquiza con un padre muy autoritario y una madre con aspecto dócil y servicial pero muy dominante con su hijo, al que consideraba un nene. Ella solía aconsejarle acerca de las mujeres que debía elegir; por supuesto ninguna era de su agrado:

— ¡ Ésa es una loquita... Ésa no te conviene hijo! — se le escuchaba repetir.

Ella esperaba encontrarle una “buena chica” para que, según decía, ”nadie viniera a quitarle lo que ella construyó con tanto sacrificio ( haciendo referencia a la casa, el auto, etc.)”.

El aspecto físico de Modesto dejaba bastante que desear, con su metro cincuenta de altura, su cabello ralo y una panza tan prominente como su nariz. Se exhibía altanero en la puerta de su casa, en shorts y ojotas.

Poseía un talento especial para hacerse querer por grandes, chicos y en particular por las novias y esposas de los demás. En lo personal, muchas veces me ofreció su ayuda de diversas formas, ya sea para llevar a la nena al médico, o cualquier otra cosa; a menudo le hacía buenos regalos a nuestra hija, zapatillas, ropa etc. Ella lo llamaba tío, lo adoraba. En ocasiones fuimos con él de vacaciones al mar, en fin era un gran amigo...snif...´´— gimoteó la Torda secándo sus lágrimas, ya que estos recuerdos habían logrado quebrarla.

Entonces, continuó su relato:

— ´´Después nos enteramos de que había inventado un romance conmigo ,pues muchas veces íbamos con la nena a tomar mate a su taller, razón que aprovechó para alardear delante de los clientes que no me conocían,

—¡Esta flaca no me deja en paz, me sigue con la nena para todos lados!— se lo escuchaba decir. Mi marido y yo nos enteramos pero lo perdonamos en silencio, pues nos daba mucha pena.

Su gran pasión eran los autos de carreras. Su padre armó en la casa un taller mecánico para hacerlo trabajar. Al principio ayudaba a Pappo,mi esposo, a armar un Fiat 600 y no faltó vez que, como el coche era reparado a veces en su taller, hacía creer a la gente que él era quien lo preparaba —”Tengo un pibe que me lo corre”— solía decir.

A menudo se lo veía en el bar de la estación contando a sus amigotes, increíbles historias acerca de todas las mujeres que lo acosaban, según él ,por su irresistible apariencia de amante latino. Por supuesto estos comentarios iban acompañados de una pose sobradora, el movimiento exaltado de sus cortos brazos y su escandaloso vozarrón, gestos que utilizaba para adquirir popularidad, ya que de esta forma lograba que todos los parroquianos giraran sus cabezas para escucharlo.

Para salir a pasear con aquellos, que se decían sus amigos, acostumbraba a usar colgantes y pulseras de oro, siempre en el coche 0km de su padre, en el que subía las chicas de turno para mostrarse.

Esta actitud propiamente adolescente era inusual para un hombre de treinta años como Modesto y aunque muchos se lo hacían notar parecía no preocuparse demasiado . De más esta decir, que no faltaban las mujeres que lo usaban de “Amiguito de turno” ; una caída de ojos, un besito en la mejilla, una caricia o un par de promesas, siempre incumplidas, bastaba para que la imaginación de Modes levantara vuelo....

Jamás había logrado tener intimidad con ninguna de ellas debido a su extrema timídez, pero utilizaba muy bien las historias ajenas para crear la suya.

Sus amigotes eran también dignos exponentes de la chifladura, en los cuales encontraban la oreja que necesitaba:

El Finito: llamado así por su extrema delgadez, esquelético, colérico, al que también le gustaba lucir alhajas de oro en su cuello, pulseras y anillos con los que pretendía aparentar entre las mujeres. Treintaicinco años, mujeriego y de novio con una niña de dieciocho a quien protegía con aires de educador, mientras continuaba relacionado con su anterior pareja. Huérfano de madre (recurso utilizado para dar lástima a ciertas señoritas); criado por unos tíos, quienes lo ayudaban a mantener intacta su niñez.

El Alemán: ferviente admirador de Racing club, hijo de madre viuda, alcohólico por elección, fanfarrón, cabello teñido de rubio, ojos claros, metro ochenta y cinco; a quien la vida había relacionado con la Vasquita, hermana de la novia de el Finito y que, después de tener una hija, tuvieron una complicada separación.

El corazón del Alemán seguía con esta Vasca y con la excusa de ver su nena, la perseguía insistentemente. Le gustaban las artes marciales y a menudo las practicaba en la calle, mostrando su rasgo pendenciero.

Pappo, mi marido, mecánico, con quien Modesto sólo compartía su pasión por los fierros ya que nos casamos hace diez años y lleva una vida más familiar; campeón de su categoría, odiado y admirado; perfecto cómplice de sus mentiras ya que, a pesar de saber que inventaba le seguía la corriente como si nada ocurriera.

—¡Dios los cría y el viento los amontona!—solía decir Don Goyo, el viejo de enfrente, cuando los veía llegar de las carreras de autos, todos los domingos.

II)

Modesto era amigo y confidente deZulema¨ la Vasquita¨, hasta el día en que ella le confesó que su relación con Alemán se estaba acabando. Fue entonces cuando, para consolarla, comenzó a invitarla a su casa; ella aceptó la ayuda, primero por la nena, a quien Modesto adoraba y luego por su total conveniencia. Inútil fue la intervención de Pappo para ponerlo sobre aviso de la situación, pues él demostraba con su accionar, aquelllo de: Tira más un pelo de... perdón su señoría.— Se corrigió, la Torda.¨´

Continúe Sra.— observó el juez.

— ¨ Literalmente la Vasquita lo usaba de “chofer, y pagador” pero Modesto engañado por sí mismo, la veía sincera, hermosa y cándida.

Día a día se inventaba un mundo en donde todo era pasión y placer, sus ojos o su necesidad no le permitían ver la realidad. Los relatos de su amor con la Vasca aumentaban en encanto y felicidad. Esta vez, ya que muchas veces inventó historias de amor, Modesto se había transformado, el rostro más alegre, su elegante manera de vestir, nada era suficiente para seducir a su “damita”; se sumaban también los bonitos regalos: perfumes, ropa, joyas de oro y paseos.

A menudo se lo escuchaba decir:

—No puedo salir, si no la Vasca me mata, tengo que estar las diez, para ir a buscarla .—

O sino —Te dejo porque tengo que llevar a la nena al médico—haciendo alusión a la nena de la Vasca.

En su mundo se veía casado, con una hija, jefe de hogar y vaya a saber qué más...

Al principio sus fantasías nos parecieron graciosas, pero a medida de que el tiempo pasaba, nos dimos cuenta de que Modesto se encontraba ciertamente enfermo, pues parecía creer todo lo que inventaba. Fue entonces cuando hablamos con sus padres, ellos intentaron aconsejarle, pero él no escuchó, por el contrario se enojó con todos los que quisimos ayudarlo. Por eso no nos metimos más y comenzamos a seguirle la corriente como a un loco . Hoy creo que de ésta manera sólo contribuimos a que ocurra esta desgracia.

La pasión por la Vasca aumentaba como también los celos del Alemán que ella utilizaba muy bien para su provecho. En muchas ocasiones éste los había perseguido; pensando que eran amantes, realizaba insistente llamadas a los demás amigos preguntando por ella o aparecía de sorpresa esperando descubrir el engaño. Pero Modesto y la Vasca le decían que eran amigos.

—¿Quién me miente?—se preguntaba el Alemán, mientras masticaba celos y bronca .

Mientras tanto los demás personajes debían acomodarse a las circunstancias para no involucrarse aunque, a menudo, Modesto los metía en sus andanzas sin que lo supieran.

Cierta vez, se presentó el Alemán en el taller de Modesto, totalmente alcoholizado y preso de un ataque de odio, amenazando de muerte a cualquiera que se cruzara a su paso y exigiendo que le cuenten la verdad, puesto que suponía un engaño general. En vano los amigos trataban de demostrar la inocencia de Modesto, ya que su comportamiento sugería lo contrario. La ira del Alemán iba en aumento, incentivada por los cuentos de quien se decía su amigo.

— ¡Quiero que me digan la verdad, Pappo !— solía decirle a mi marido.

— ¡Si me entero de que sale con Modesto la mato, te juro que los mato a los dos!—

Quizás por eso Pappo contestaba con evasivas o intentaba disuadirlo, era una forma de defender la integridad física de su pobre amigo, a quien a esta altura, ya trataba como a un demente.

Las fantasías de Modesto crecían y parecía disfrutar comprobando el resultado que causaban sus mentiras. Sus ojos se iluminaban de felicidad cuando advertía el dolor que generaba su conducta; parecía dichoso, haciendo imaginar a quien no lo conocía que él había enamorado a la mujer del Alemán, en tanto que fingía ser su amigo. La Vasca era para él como un botín de guerra y se sentía muy orgulloso cuando la mostraba a su lado.

Su mirada entre inocente y altanera dejaba vislumbrar su enfermiza soledad. Su mundo crecía y ya no había retorno...Jamás pensamos que todo terminaría de este modo...— Señaló la Sra. de Raies.

—No hay más preguntas señora, gracias— señaló el juez.

III)

Seguidamente llamaron a declarar la señorita, Zulema Vasconi, alías la Vasca; hija de madre viuda, morena, alta, y muy delgada, lo suficientemente atractiva para que cualquier hombre se fijara en ella, según mi humilde opinión.

La joven se notaba muy confundida y asustada, pues, si bien sabía que Modesto era fabulador no se imaginaba este final de historia, que podía llevarla directo a la cárcel. Su madre, visiblemente intranquila, trataba de contener el llanto de su hermana quien, en varias oportunidades, se desvaneció ,generando incertidumbre en todos los presentes.

La Vasca, sin mirarlas, habló:

—¨Yo lo quería mucho, era tan bueno conmigo y con mi hija que, inevitablemente, comencé a compararlo; con él me sentía protegida, segura, fue entonces cuando mi amor por el Alemán empezó a debilitarse, ya que sólo me traía problemas. Muchas veces regresaba alcoholizado gritando, golpeando puertas, logrando que mi hija se asustara mucho. Fue entonces cuando comencé a escaparme de mi casa para ir a la de Modesto.Pasaba allí toda la tarde con mi nena, y volvía de noche para no encontrar a mi ex.

Tomábamos mate, me acompañaba a todos lados, mi hija y yo nos sentíamos resguardadas. En esos días tuve una pelea muy grande con el Alemán y nos separamos definitivamente, por eso volví a vivir con mi mamá.

Poco a poco con Modesto entablamos una sincera amistad, sólo que él no pensaba igual. El Alemán tampoco; estaba convencido de que lo había cambiado por él. Muchas veces salimos a pasear, primero con la nena, después solos, íbamos a bailar, al cine, al teatro, (etc.) , nos divertíamos mucho juntos. Mi afecto por él crecía pero, al tiempo me enteré de que hablaba de nosotros como si fuéramos pareja; en principio no le dije nada, después me enojé, pero él parecía no resgistrarlo. Reconozco que dejé que su imaginación vuele, pero no me siento culpable de nada... Al fin y al cabo él es grande y sabe lo que hace ...— Dijo altanera la Vasca trocando rostro de nena buena en la más temible de las serpientes.

— ¿Cuándo fue la última vez que vio a Modesto Coria ?—indagó el juez.

Esta vez la Vasca, tornó su rostro más dulce y contestó:

— Fue el día de San Valentín. Esa noche fue distinta a las demás .Después de llevarme a cenar fuimos a bailar, estábamos alegres, quizás un poco atontados por el alcohol, nos abrazamos, nos mimamos y, casi sin querer, se produjo el encuentro, terminamos en un hotel. Durante toda la noche me colmó de besos y caricias, era todo ternura, me sentí protegida, amada de verdad. Me habló dulcemente acerca de su amor, yo no pude más que agradecerle y confesarle que no sentía lo mismo , que sólo quería una amistad, pero su rostro empalideció de tal manera que cambié de conversación, y lo envolví con mis brazos para volver a hacer el amor. Después me llevó a mi casa en su auto, esa fue la última vez que lo vi— concluyó la Vasca.

IV)

Un testigo con identidad reservada, que, según pude averiguar, era Don Goyo el vecino de enfrente, declaró:

— El ruido del motor despertó a Modesto, quien se halló, sentado dentro de su auto, en la puerta de su casa; al parecer logró reconocer el auto del Melena; no recordaba muy bien lo sucedido, pensó en la Vasca, en la noche que pasaron juntos, pero...No podía creerlo, aunque aún podía sentir el perfume de su piel sobre su ropa ....Pensó que había sido sólo un sueño , jamás pudo admitir esa realidad y nunca más habló de ello.

Pero yo vi que la Vasca se bajó del auto y subió al de Melena,un atorrante del barrio, quien hacía un rato esperaba en la calla lateral :

— ¿Se lo dijiste Vasca?— preguntó Melena.

—No...no pude, me dio lástima.—Contestó ella bajando la cabeza.

—¿Y adónde fueron?—

—¡Después te explico, vamos, arrancá enseguida!—apuró la Vasca.

Sé también que días más tarde Melena lo citó a Modesto en un bar y le contó sobre su noviazgo con la Vasca. El dolor y la bronca movilizaron rápidamente a Modesto quien salió en busca del Alemán para convertirlo en su aliado.

El encuentro fue interesante; luego de un apretón de manos y llantos le confesó que jamás le había tocado un pelo a la Vasquita, luego siguieron los abrazos, y perdones, y al fin decidieron pedirle explicaciones a Melena. Fueron juntos a verlo, pero éste, como era de esperar, les contestó :

—Miren, a mí me la presentó el Finito, nos gustamos y empezamos a salir. Alemán, si vos no la cuidás no lo voy a hacer yo, disculpáme así es la cosa.—aseguró el Melena.

La locura de ambos se potenciaban, y así prepararon el plan... fueron a buscar al Finito y .... —Alcanzó a decir Don Goyo cuando...

Un grito estremecedor interrumpió el relato, todos nos paralizamos, era el policía Larrañaga; la pose segura que tenía en un principio se vio alterada, decididamente entendió que había llegado el final y envuelto en llanto, preso de pánico, vociferó:

— ¡Sí ..., nosotros lo hicimos... !— el juez giró su cabeza hacia él y solicitó su presencia en el estrado, los agentes lo ayudaron a subir y declaró:

— Me lo pidió el Alemán, no me podía negar, el padre era mi compañero ,mi hermano y amigo, le debía una, porque el día del asalto al banco no pude cubrirlo y lo bajaron. Modesto no quiso prenderse, lo tuvimos que obligar, nosotros le dijimos, pensálo, hoy nos hace esto y mañana qué...,no hay otra, tenemos que liquidarlo... .

Esa noche lo invitamos a cenar y después a bailar, cuando logramos emborracharlo, lo sacamos del boliche y lo llevamos al taller, lo golpeamos bastante, pero se resistía, primero el Alemán le encajó seis puñaladas, y le arrancó con una pico de loro el miembro de un solo tirón. Mientras yo prendía la autógena y ... — .Sus ojos se transformaron y podía contemplarse en ellos el repugnante placer con que relataba los hechos.

— Pudimos ver cómo su cara se derretía y junto con ella nuestro dolor. Al fin, lo llevamos a la costa y lo arrojamos atado de pies y manos,¡ por si se quería despertar... el muy degenerado!. Después le dijimos a Modes que haga la denuncia por su desaparición, pues sabía que yo estaba de guardia esa noche...¡ Por favor, comprenda su señoría, era necesario, lo hicimos en defensa propia...!— Protestó exaltado casi sin aliento.

Esposado, los guardias lo retiraron del lugar ante nuestra atónita mirada.

La hermana de la Vasca se paró y de un salto se lanzó sobre el cuello del Alemán, gritándo:

—¿Porqué hijo de p...., porqué...?— los guardias lograron contenerla pero se desvaneció, fue un momento de enorme tensión.

El juez dictaminó la reclusión para Larrañaga y el Alemán, y para Modesto la internación en un neuropsiquiátrico.

Al conocer el fallo, El Alemán lloró mucho , no sé si de dolor o de emoción y abrazando a Modesto dictaminó:

— Lo teníamos que hacer, él le presentó a Melena, y por ese turro nos abandonó la Vasca. Que en paz descanses, Finito .—

FIN

para los que creen en los angeles

ANGELICAL

-"Siempre creí en los Ángeles, quizás por eso le creí esta historia a quien me la contó, quedan en ustedes señoras creer o no."-

Así empezó una reunión de antiguas compañeras de secundaria, esas en las que se cuentas las más maravillosas historias personales, mientras se recuerda con ilusión el pasado. Estábamos todas las mismas de siempre, pero esa noche fue de Romana Tossci ,hoy una conocida escritora, muy buena narradora de cuentos.

Romana era una persona muy especial. Su tez mate y su cabello renegrido, no eran opacados por la luz brillante que parecía derramar a su paso. Su color era el blanco, todo en ella brillaba, sus ojos su sonrisa, su guardapolvo. Era casi angelical, parecía no tener maldad, quizás por eso muchas veces la tomábamos de punto, pues ella parecía no comprender nuestras travesuras, y no podía preverlas. Según contaba, tenía un ángel dentro de ella y por eso no tenía miedos, pues él la cuidaba. Nadie le creía, pero estar a su lado era sentir una extraña sensación de paz. De adolescentes los muchachos se le acercaban poco, aquellos que lo hacían eran los que después veíamos llorar en su puerta. Todos ellos decían que era un ángel, que era de otro planeta y querían conservarla para ellos, pero cuando se sentía encarcelada, terminaba definitivamente la relacíon. Le gustaba mucho los niños, siempre que salíamos con ella a tomar algo, se nos acercaba alguno de otra mesa y terminaba indefectiblemente en su falda, jugando al Antón pirulero. Estudió para maestra. Era maravilloso ver la relación que tenía con los niños, se la podía ver corriendo entre ellos, o rodando por el piso, sin importarle, en absoluto el que dirán. Tenía alma de niña y eso la hacia diferente a las demás maestras. Quizás por eso siempre parecía una persona de no más de treinta años aún cuando tenía cincuenta. Muchas veces la vi levantar del suelo a un niño llorando por un golpe y detener su llanto y su dolor casi mágicamente, sólo con tomarlo entre sus brazos, posar su mano en su frente y decirle algo al oído.

Esa era ella, una persona muy sensible que sufría con el dolor ajeno, amante de la naturaleza y dueña de la más brillante sonrisa y que aparecía o me llamaba por teléfono justo cuando yo la estaba necesitando. De grande me confesó que su ángel había quedado atrapado en ella y que no podía salir de su cuerpo y yo le creí.

La realidad la presionaba tanto que necesitaba una fuerte coraza para no dejar asomar sus emociones, y eso la lastimaba día tras día.

Romana era "la escritora” capaz de inventar toda clase de historias maravillosas; sabía que las que más nos gustaban eran las de amor así que esa noche se esmeró especialmente ya que cumplíamos 30 años de egresadas del normal.

Y así casi a la medianoche, cuando el alcohol, y los recuerdos se agolpan en las mentes; Cuando la noche atrapa, la lengua se afloja y el corazón se descalza comenzó a contar su singular historia.

"Eran las cinco de la mañana, como todos los días Maria se dirigía a la cocina a preparar su desayuno, aún era de noche pues era pleno el invierno. Todo hubiera sido normal ese día. Levantarse, desayunar, vestirse para ir a su trabajo, tomar el colectivo siempre a la misma hora: 5:45 hs sino fuera porque ese día sintío que un ángel la abrazaba fuerte como si quisiera saludarla muy especialmente. Le dijo algunas cosas al oído que al principio no entendió, pero sólo sintió su amor incondicional que le señalaba un buen día.

Así corrió ese día el colectivo y cuando subió, sintió otra vez su presencia, le obligó a gira la cabeza y posar su mirada en alguien,

-míralo bien - le susurro su ángel, al oído con una voz muy suave -es él-.

Él era un joven muy bello de larga cabellera, ambos se quedaron extasiados ante la presencia del otro, como si una luz blanca los envolviera... De pronto toda la gente pareció esfumarse... fue muy simple, María se acercó y le dijo:

-hola, me puedo sentar con vos- con una confianza extrema como si lo conociera de toda la vida, algo le hacia sentir que estaba en casa y que podía moverse en libertad, sintieron amor, sí... amor, pleno amor, sin miedos, ni prejuicios, sin dolor, con la candidez que sólo puede dar el amor puro sano, santo, casi perfecto, todo eso en los 10 minutos que duró el viaje hacia su trabajo.

Él, más asombrado que ella, bajó del colectivo y la siguió, a la media cuadra intentó besarla, pudo ver a su alrededor una luz blanca que recorría su periferia, no tuvo miedo, pero la realidad la empujó y esquivó su rostro, le dio su número de teléfono y se despidieron. Sólo supo que se llamaba David.

Al tercer día sentían conocerse de toda la vida, sentían que sus almas gemelas se habían encontrado al fin para descansar juntas por siempre. Tambíen fantasearon haberse conocido en vidas pasadas. Cualquier explicación era buena para entender los veinte años de edad que los separaban y que ninguno de los dos notaba.

Como explicarse que los dos amaban la música, que flotaban al mirarse. Que veían el cielo al hacer el amor y que sus cuerpos llevaban uno el recuerdo del otro en la piel. Pues era así, cuando estaba en el trabajo ella podía sentir su piel rozándola, su rostro contra el suyo, su larga cabellera, la fuerza de su juventud y hasta... un orgasmo en soledad era posible con solo recordarse.

Pronto su ángel le explicó el secreto:

Mi ángel estaba enamorado de su ángel, ellos se conocían desde siempre, habían pasados miles de años juntos, pero un día, vaya a saber como, Se habían perdido y su tristeza era muy grande. Ahora por fin se habían encontrado y encarnado en dos personas que podían entender este secreto.-contó María.

Así disfrutaron varios meses de su amor incondicional. Sus charlas interminables acerca de la vida, sus paseos a la luz de la luna y cenar con velas una noche cualquiera, todo parecía maravilloso...

Pero un día la tristeza se apoderó del ángel de David y lo llevó muy lejos, al país de la duda y la confusión. Él quedó atrapado allí como en un bosque cerrado donde la luz no puede penetrar. Los fantasmas comenzaron a rodearlo y ya sin salida se entregó a ellos para no volver jamás.

Desde ese día David, su David, su pequeño gran amor,... ya no fue el mismo, las dudas se agolparon en su mente y poco a poco se fue alejando de la vida de María, dejando a su ángel desvalido y en soledad. Su dolor fue insoportable, ella murió de amor sin volver a verlo”.

El final del relato nos encontrón a algunas con las manos tomadas fuertemente y a otras abrazadas llorando desconsoladas.

Romana se retiró lentamente sin decir palabra, como envuelta en una nube dorada, con la mirada perdida y el rostro inerte.

Adonde ella se estaba sentada, se encontraron unas plumitas blancas como de algún pájaro, hasta ahora desconocido. Esas plumas eran similares a las que se encontraron en su habitación al día siguiente, en el suelo junto a un periódico donde anunciaba la boda de un tal David

Las mismas plumas que se encontraron junto a su cuerpo tendido en el asfalto bajo el puente, en esa carretera.

Algunos dicen que esa noche una luz cruzó el cielo, era blanca brillante.

Alguien dice que vio un hermoso ángel volando desde el puente.

estas a mi lado y no me escuchas...

....Y NO ESTAS

Que te digan lo que sufro cuando no estás, cuando no te tengo.

Como me desgarro por dentro cuando tus ojos perdidos no me miran, cuando

tus manos están y no me tocan.

Cuando te suplico: Abrázame .Y estás, pero no me ves.

Mi voz se pierde en el viento cuando te hablo y no me oís.

Que te digan lo que siento cuando te encerrás en se coraza de acero

imposible de penetrar.

Lo que sufro, lo que lloro, cuando te necesito y te extraño cuando te metes

dentro tuyo y mi voz no te toca y mis manos no te rozan...

TU VOZ

...Y te sigo hablando y no me oís. Y esta incertidumbre en la mitad de mi vida.

Millones de dudas me asaltan y no tengo respuestas. Toco tu puerta y no me oís.

¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo entrar en vos?.

a esos amantes que pasan por nuestra vida sin dejar huella

AMANTES DE CARTÓN

Amantes de cartón

los que guardan el silencio

de una noche suave y lujuriosa.

Esos que se desvanecen

cuando el sol levanta

¿Dónde viven ellos? ¿Tras los cortinados

o ¿en las blancas sábanas

de una niña hermosa?

Se disuelven al amanecer

como sombras en la noche;

no saben del tiempo

ni de los adioses.

Sueñan con gratificarnos

con su hidalguía

y sólo nos conmueven

con su desvalía.

Dueños de la noche

dueños del silencio

de sábanas blancas

y de tristes sueños

a un amor imposible

TU RETRATO

Quédate inmóvil

no te vayas

no cambies de posición

quiero escribir por vos

Si cambiaras algo

ya no serías vos.

Déjame mirarte

Quiero describirte

cabellera en rama

manos movedizas

ojos negrazos

mejillas rojas

cuerpo solemne

Paso firme y descansado…

Sos vos no hay duda

mi motivo inspirador

Sos quien mueve mi pluma

¿Sabes? Me alegra

haberte descubierto

aunque con tanto desconcierto

Trato de equilibrarme

entre la verdad y la mentira.

No te asustes. Sé que sos

tan sólo una utopía.

Tango donde una mujer termina feliz

Maldita entraña Me enamoraron tus ojos Y tu pinta de mentado Niño bien abacanado Quien lo iba a imaginar Que ocultabas una daga Pa´ clavárm...