MITOMANÍA
I)
“Cuando la mentira nos subyuga y nos somete a su antojo, todo a nuestro alrededor se transforma de una manera extraña, inexplicable para algunos,...divertida para otros”.
Estas palabras me parecieron un buen comienzo para mi historia acerca de los mitómanos, pero antes recurrí al diccionario a buscar el significado de la palabra mitomanía y encontré el siguiente texto: “ Propensión a mentir e inventar cosas fantásticas, con el fin de adquirir notoriedad. ”
Mientras pensaba cómo redactar la nota para el periódico, comencé a recordar algunos testimonios del juicio que presencié estos últimos días en un juzgado de la capital.
Se trataba de un asesinato por encargo, y de cómo la actuación de un mitómano fue el disparador de una serie de conflictos entre amigos que desembocaron en la locura.En mis años de periodista jamás escuché una historia semejante.
En el juzgado del doctor Galves declaraba el oficial Larrañaga, el policía de la Federal que encontró el cadáver:
—El cuerpo que encontramos esa noche en el río Punta Carrasco, mientras patrullábamos, estaba irreconocible, desfigurado, con múltiples golpes en la cabeza, escoriaciones en distintos lugares del cuerpo y su órganos genitales arrancados cruelmente. Su rostro calcinado, aparentemente por un soplete, ponía de manifiesto el rencor de su asesino . Lo único que se podía reconocer entre las algas que enredaban su cuello eran unos particulares colgantes de oro; en sus manos, junto a las sogas que las sujetaban, una pulsera de oro con algunas inscripciones, que más tarde mandamos a analizar.— Afirmó Larrañaga con actitud serena y firme.
A medida de que se sucedían los testimonios, el ánimo de este personaje se fue trastocando; en principio, yo no conseguía esclarecer cuál era la razón, pero poco a poco mis dudas comenzaron a disiparse.
—Suficiente, por ahora, se llama a declarar a la señora Mariana Lico de Raies — ordenó el juez.
Subió al estrado la esposa de Norberto Raies , alias ¨Pappo¨, a quien los amigos llamaban ¨la Torda¨ por sus estudios universitarios ; ella, sin demostrar un mínimo de tristeza, comenzó a detallar lo que sabía, con mucha serenidad:
—´´ Modesto Coria provenía de una familia acomodada del barrio de Villa Urquiza con un padre muy autoritario y una madre con aspecto dócil y servicial pero muy dominante con su hijo, al que consideraba un nene. Ella solía aconsejarle acerca de las mujeres que debía elegir; por supuesto ninguna era de su agrado:
— ¡ Ésa es una loquita... Ésa no te conviene hijo! — se le escuchaba repetir.
Ella esperaba encontrarle una “buena chica” para que, según decía, ”nadie viniera a quitarle lo que ella construyó con tanto sacrificio ( haciendo referencia a la casa, el auto, etc.)”.
El aspecto físico de Modesto dejaba bastante que desear, con su metro cincuenta de altura, su cabello ralo y una panza tan prominente como su nariz. Se exhibía altanero en la puerta de su casa, en shorts y ojotas.
Poseía un talento especial para hacerse querer por grandes, chicos y en particular por las novias y esposas de los demás. En lo personal, muchas veces me ofreció su ayuda de diversas formas, ya sea para llevar a la nena al médico, o cualquier otra cosa; a menudo le hacía buenos regalos a nuestra hija, zapatillas, ropa etc. Ella lo llamaba tío, lo adoraba. En ocasiones fuimos con él de vacaciones al mar, en fin era un gran amigo...snif...´´— gimoteó la Torda secándo sus lágrimas, ya que estos recuerdos habían logrado quebrarla.
Entonces, continuó su relato:
— ´´Después nos enteramos de que había inventado un romance conmigo ,pues muchas veces íbamos con la nena a tomar mate a su taller, razón que aprovechó para alardear delante de los clientes que no me conocían,
—¡Esta flaca no me deja en paz, me sigue con la nena para todos lados!— se lo escuchaba decir. Mi marido y yo nos enteramos pero lo perdonamos en silencio, pues nos daba mucha pena.
Su gran pasión eran los autos de carreras. Su padre armó en la casa un taller mecánico para hacerlo trabajar. Al principio ayudaba a Pappo,mi esposo, a armar un Fiat 600 y no faltó vez que, como el coche era reparado a veces en su taller, hacía creer a la gente que él era quien lo preparaba —”Tengo un pibe que me lo corre”— solía decir.
A menudo se lo veía en el bar de la estación contando a sus amigotes, increíbles historias acerca de todas las mujeres que lo acosaban, según él ,por su irresistible apariencia de amante latino. Por supuesto estos comentarios iban acompañados de una pose sobradora, el movimiento exaltado de sus cortos brazos y su escandaloso vozarrón, gestos que utilizaba para adquirir popularidad, ya que de esta forma lograba que todos los parroquianos giraran sus cabezas para escucharlo.
Para salir a pasear con aquellos, que se decían sus amigos, acostumbraba a usar colgantes y pulseras de oro, siempre en el coche 0km de su padre, en el que subía las chicas de turno para mostrarse.
Esta actitud propiamente adolescente era inusual para un hombre de treinta años como Modesto y aunque muchos se lo hacían notar parecía no preocuparse demasiado . De más esta decir, que no faltaban las mujeres que lo usaban de “Amiguito de turno” ; una caída de ojos, un besito en la mejilla, una caricia o un par de promesas, siempre incumplidas, bastaba para que la imaginación de Modes levantara vuelo....
Jamás había logrado tener intimidad con ninguna de ellas debido a su extrema timídez, pero utilizaba muy bien las historias ajenas para crear la suya.
Sus amigotes eran también dignos exponentes de la chifladura, en los cuales encontraban la oreja que necesitaba:
El Finito: llamado así por su extrema delgadez, esquelético, colérico, al que también le gustaba lucir alhajas de oro en su cuello, pulseras y anillos con los que pretendía aparentar entre las mujeres. Treintaicinco años, mujeriego y de novio con una niña de dieciocho a quien protegía con aires de educador, mientras continuaba relacionado con su anterior pareja. Huérfano de madre (recurso utilizado para dar lástima a ciertas señoritas); criado por unos tíos, quienes lo ayudaban a mantener intacta su niñez.
El Alemán: ferviente admirador de Racing club, hijo de madre viuda, alcohólico por elección, fanfarrón, cabello teñido de rubio, ojos claros, metro ochenta y cinco; a quien la vida había relacionado con la Vasquita, hermana de la novia de el Finito y que, después de tener una hija, tuvieron una complicada separación.
El corazón del Alemán seguía con esta Vasca y con la excusa de ver su nena, la perseguía insistentemente. Le gustaban las artes marciales y a menudo las practicaba en la calle, mostrando su rasgo pendenciero.
Pappo, mi marido, mecánico, con quien Modesto sólo compartía su pasión por los fierros ya que nos casamos hace diez años y lleva una vida más familiar; campeón de su categoría, odiado y admirado; perfecto cómplice de sus mentiras ya que, a pesar de saber que inventaba le seguía la corriente como si nada ocurriera.
—¡Dios los cría y el viento los amontona!—solía decir Don Goyo, el viejo de enfrente, cuando los veía llegar de las carreras de autos, todos los domingos.
II)
Modesto era amigo y confidente deZulema¨ la Vasquita¨, hasta el día en que ella le confesó que su relación con Alemán se estaba acabando. Fue entonces cuando, para consolarla, comenzó a invitarla a su casa; ella aceptó la ayuda, primero por la nena, a quien Modesto adoraba y luego por su total conveniencia. Inútil fue la intervención de Pappo para ponerlo sobre aviso de la situación, pues él demostraba con su accionar, aquelllo de: Tira más un pelo de... perdón su señoría.— Se corrigió, la Torda.¨´
—Continúe Sra.— observó el juez.
— ¨ Literalmente la Vasquita lo usaba de “chofer, y pagador” pero Modesto engañado por sí mismo, la veía sincera, hermosa y cándida.
Día a día se inventaba un mundo en donde todo era pasión y placer, sus ojos o su necesidad no le permitían ver la realidad. Los relatos de su amor con la Vasca aumentaban en encanto y felicidad. Esta vez, ya que muchas veces inventó historias de amor, Modesto se había transformado, el rostro más alegre, su elegante manera de vestir, nada era suficiente para seducir a su “damita”; se sumaban también los bonitos regalos: perfumes, ropa, joyas de oro y paseos.
A menudo se lo escuchaba decir:
—No puedo salir, si no la Vasca me mata, tengo que estar las diez, para ir a buscarla .—
O sino —Te dejo porque tengo que llevar a la nena al médico—haciendo alusión a la nena de la Vasca.
En su mundo se veía casado, con una hija, jefe de hogar y vaya a saber qué más...
Al principio sus fantasías nos parecieron graciosas, pero a medida de que el tiempo pasaba, nos dimos cuenta de que Modesto se encontraba ciertamente enfermo, pues parecía creer todo lo que inventaba. Fue entonces cuando hablamos con sus padres, ellos intentaron aconsejarle, pero él no escuchó, por el contrario se enojó con todos los que quisimos ayudarlo. Por eso no nos metimos más y comenzamos a seguirle la corriente como a un loco . Hoy creo que de ésta manera sólo contribuimos a que ocurra esta desgracia.
La pasión por la Vasca aumentaba como también los celos del Alemán que ella utilizaba muy bien para su provecho. En muchas ocasiones éste los había perseguido; pensando que eran amantes, realizaba insistente llamadas a los demás amigos preguntando por ella o aparecía de sorpresa esperando descubrir el engaño. Pero Modesto y la Vasca le decían que eran amigos.
—¿Quién me miente?—se preguntaba el Alemán, mientras masticaba celos y bronca .
Mientras tanto los demás personajes debían acomodarse a las circunstancias para no involucrarse aunque, a menudo, Modesto los metía en sus andanzas sin que lo supieran.
Cierta vez, se presentó el Alemán en el taller de Modesto, totalmente alcoholizado y preso de un ataque de odio, amenazando de muerte a cualquiera que se cruzara a su paso y exigiendo que le cuenten la verdad, puesto que suponía un engaño general. En vano los amigos trataban de demostrar la inocencia de Modesto, ya que su comportamiento sugería lo contrario. La ira del Alemán iba en aumento, incentivada por los cuentos de quien se decía su amigo.
— ¡Quiero que me digan la verdad, Pappo !— solía decirle a mi marido.
— ¡Si me entero de que sale con Modesto la mato, te juro que los mato a los dos!—
Quizás por eso Pappo contestaba con evasivas o intentaba disuadirlo, era una forma de defender la integridad física de su pobre amigo, a quien a esta altura, ya trataba como a un demente.
Las fantasías de Modesto crecían y parecía disfrutar comprobando el resultado que causaban sus mentiras. Sus ojos se iluminaban de felicidad cuando advertía el dolor que generaba su conducta; parecía dichoso, haciendo imaginar a quien no lo conocía que él había enamorado a la mujer del Alemán, en tanto que fingía ser su amigo. La Vasca era para él como un botín de guerra y se sentía muy orgulloso cuando la mostraba a su lado.
Su mirada entre inocente y altanera dejaba vislumbrar su enfermiza soledad. Su mundo crecía y ya no había retorno...Jamás pensamos que todo terminaría de este modo...— Señaló la Sra. de Raies.
—No hay más preguntas señora, gracias— señaló el juez.
III)
Seguidamente llamaron a declarar la señorita, Zulema Vasconi, alías la Vasca; hija de madre viuda, morena, alta, y muy delgada, lo suficientemente atractiva para que cualquier hombre se fijara en ella, según mi humilde opinión.
La joven se notaba muy confundida y asustada, pues, si bien sabía que Modesto era fabulador no se imaginaba este final de historia, que podía llevarla directo a la cárcel. Su madre, visiblemente intranquila, trataba de contener el llanto de su hermana quien, en varias oportunidades, se desvaneció ,generando incertidumbre en todos los presentes.
La Vasca, sin mirarlas, habló:
—¨Yo lo quería mucho, era tan bueno conmigo y con mi hija que, inevitablemente, comencé a compararlo; con él me sentía protegida, segura, fue entonces cuando mi amor por el Alemán empezó a debilitarse, ya que sólo me traía problemas. Muchas veces regresaba alcoholizado gritando, golpeando puertas, logrando que mi hija se asustara mucho. Fue entonces cuando comencé a escaparme de mi casa para ir a la de Modesto.Pasaba allí toda la tarde con mi nena, y volvía de noche para no encontrar a mi ex.
Tomábamos mate, me acompañaba a todos lados, mi hija y yo nos sentíamos resguardadas. En esos días tuve una pelea muy grande con el Alemán y nos separamos definitivamente, por eso volví a vivir con mi mamá.
Poco a poco con Modesto entablamos una sincera amistad, sólo que él no pensaba igual. El Alemán tampoco; estaba convencido de que lo había cambiado por él. Muchas veces salimos a pasear, primero con la nena, después solos, íbamos a bailar, al cine, al teatro, (etc.) , nos divertíamos mucho juntos. Mi afecto por él crecía pero, al tiempo me enteré de que hablaba de nosotros como si fuéramos pareja; en principio no le dije nada, después me enojé, pero él parecía no resgistrarlo. Reconozco que dejé que su imaginación vuele, pero no me siento culpable de nada... Al fin y al cabo él es grande y sabe lo que hace ...— Dijo altanera la Vasca trocando rostro de nena buena en la más temible de las serpientes.
— ¿Cuándo fue la última vez que vio a Modesto Coria ?—indagó el juez.
Esta vez la Vasca, tornó su rostro más dulce y contestó:
— Fue el día de San Valentín. Esa noche fue distinta a las demás .Después de llevarme a cenar fuimos a bailar, estábamos alegres, quizás un poco atontados por el alcohol, nos abrazamos, nos mimamos y, casi sin querer, se produjo el encuentro, terminamos en un hotel. Durante toda la noche me colmó de besos y caricias, era todo ternura, me sentí protegida, amada de verdad. Me habló dulcemente acerca de su amor, yo no pude más que agradecerle y confesarle que no sentía lo mismo , que sólo quería una amistad, pero su rostro empalideció de tal manera que cambié de conversación, y lo envolví con mis brazos para volver a hacer el amor. Después me llevó a mi casa en su auto, esa fue la última vez que lo vi— concluyó la Vasca.
IV)
Un testigo con identidad reservada, que, según pude averiguar, era Don Goyo el vecino de enfrente, declaró:
— El ruido del motor despertó a Modesto, quien se halló, sentado dentro de su auto, en la puerta de su casa; al parecer logró reconocer el auto del Melena; no recordaba muy bien lo sucedido, pensó en la Vasca, en la noche que pasaron juntos, pero...No podía creerlo, aunque aún podía sentir el perfume de su piel sobre su ropa ....Pensó que había sido sólo un sueño , jamás pudo admitir esa realidad y nunca más habló de ello.
Pero yo vi que la Vasca se bajó del auto y subió al de Melena,un atorrante del barrio, quien hacía un rato esperaba en la calla lateral :
— ¿Se lo dijiste Vasca?— preguntó Melena.
—No...no pude, me dio lástima.—Contestó ella bajando la cabeza.
—¿Y adónde fueron?—
—¡Después te explico, vamos, arrancá enseguida!—apuró la Vasca.
Sé también que días más tarde Melena lo citó a Modesto en un bar y le contó sobre su noviazgo con la Vasca. El dolor y la bronca movilizaron rápidamente a Modesto quien salió en busca del Alemán para convertirlo en su aliado.
El encuentro fue interesante; luego de un apretón de manos y llantos le confesó que jamás le había tocado un pelo a la Vasquita, luego siguieron los abrazos, y perdones, y al fin decidieron pedirle explicaciones a Melena. Fueron juntos a verlo, pero éste, como era de esperar, les contestó :
—Miren, a mí me la presentó el Finito, nos gustamos y empezamos a salir. Alemán, si vos no la cuidás no lo voy a hacer yo, disculpáme así es la cosa.—aseguró el Melena.
La locura de ambos se potenciaban, y así prepararon el plan... fueron a buscar al Finito y .... —Alcanzó a decir Don Goyo cuando...
Un grito estremecedor interrumpió el relato, todos nos paralizamos, era el policía Larrañaga; la pose segura que tenía en un principio se vio alterada, decididamente entendió que había llegado el final y envuelto en llanto, preso de pánico, vociferó:
— ¡Sí ..., nosotros lo hicimos... !— el juez giró su cabeza hacia él y solicitó su presencia en el estrado, los agentes lo ayudaron a subir y declaró:
— Me lo pidió el Alemán, no me podía negar, el padre era mi compañero ,mi hermano y amigo, le debía una, porque el día del asalto al banco no pude cubrirlo y lo bajaron. Modesto no quiso prenderse, lo tuvimos que obligar, nosotros le dijimos, pensálo, hoy nos hace esto y mañana qué...,no hay otra, tenemos que liquidarlo... .
Esa noche lo invitamos a cenar y después a bailar, cuando logramos emborracharlo, lo sacamos del boliche y lo llevamos al taller, lo golpeamos bastante, pero se resistía, primero el Alemán le encajó seis puñaladas, y le arrancó con una pico de loro el miembro de un solo tirón. Mientras yo prendía la autógena y ... — .Sus ojos se transformaron y podía contemplarse en ellos el repugnante placer con que relataba los hechos.
— Pudimos ver cómo su cara se derretía y junto con ella nuestro dolor. Al fin, lo llevamos a la costa y lo arrojamos atado de pies y manos,¡ por si se quería despertar... el muy degenerado!. Después le dijimos a Modes que haga la denuncia por su desaparición, pues sabía que yo estaba de guardia esa noche...¡ Por favor, comprenda su señoría, era necesario, lo hicimos en defensa propia...!— Protestó exaltado casi sin aliento.
Esposado, los guardias lo retiraron del lugar ante nuestra atónita mirada.
La hermana de la Vasca se paró y de un salto se lanzó sobre el cuello del Alemán, gritándo:
—¿Porqué hijo de p...., porqué...?— los guardias lograron contenerla pero se desvaneció, fue un momento de enorme tensión.
El juez dictaminó la reclusión para Larrañaga y el Alemán, y para Modesto la internación en un neuropsiquiátrico.
Al conocer el fallo, El Alemán lloró mucho , no sé si de dolor o de emoción y abrazando a Modesto dictaminó:
— Lo teníamos que hacer, él le presentó a Melena, y por ese turro nos abandonó la Vasca. Que en paz descanses, Finito .—
FIN