lunes, 25 de noviembre de 2024

MUERTE HELADA

Calle Capri 24 Año 1975 Haedo Bs AS Asesinato. Muerte por ahogamiento Se encuentra al occiso con dos cucuruchos clavados en sus ojos color verde chorreando helado de menta otro en su boca sambayón y otro en el orificio de su ano.. rociado de chocolate con frambuesa. Alrededor de las 23.30 Local saqueado Cuerpo descubierto por Joselyn López la señora de la limpieza. Quizás al asesino lo conoce y sus ojos verdes lo asoció con la menta. El olor a alcohol de sambayón lo recuerda, así como era: alcohólico. El chocolate con frambuesa en su ano, es la réplica de excremento con sangre. ¿Qué lleva al asesino a cometer este aberrante asesinato?, quizás a recrear una escena?, Una venganza ¿Cuál fue el móvil? Era una de esas noches en las que el aire parecía cargado de nostalgia, bajo una luna redonda que brillaba como una enorme bola de helado de crema vainilla, fundiéndose lentamente sobre el horizonte. Las calles dormían, y el único sonido era el eco distante de los pasos de Joselyn López, la señora de la limpieza, quien, como cada noche, se dirigía a la heladería “Bregatti". El reloj marcaba las 23:30. Al abrir la puerta, un olor a frambuesa, pistacho y frutos del bosque invadió el aire, mezclado con algo más denso, más oscuro. Joselyn sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras avanzaba por las escaleras polvorientas que llevaban a la trastienda. Fue entonces cuando lo vio. El cuerpo del heladero yacía en el suelo, helado como las vitrinas vacías que lo rodeaban. Estaba inmóvil, pero su expresión de terror aún perduraba. El heladero, don Patatrás,( llamado así por el personaje de un cuento del libro de lectura de su infancia el cual asustaba con solo su andar ,era un hombre de otra época, aferrado a los viejos oficios de sus antepasados: su abuelo fue zapatero, su padre relojero, y él, heladero, mantenía viva la tradición familiar. Aunque todos en el barrio lo conocían, no había muchos que le guardaran cariño. Decían que tenía un carácter difícil, que no era el hombre más limpio con sus clientes ni con su vida privada. El local, saqueado, mostraba signos de lucha. Los frascos de sabores estaban abiertos, derramando líquidos de colores sobre el suelo. Y lo más intrigante: sobre el mostrador, alguien había dejado una huella de helado de pistacho y un mechón de pelo oscuro. A primera vista, no parecía un robo común. Todo apuntaba a algo personal, algo profundamente arraigado en los rincones del pasado de Patatrás. Joselyn llamó a la policía, y en cuestión de minutos, la escena estaba rodeada de uniformados y detectives. Uno de ellos, el inspector Rivas, un hombre de costumbres particulares, con un sentido del humor tan agrio como el limón, comenzó a indagar entre los vecinos. Sabía que en ese barrio todos tenían algo que ocultar, y el heladero no era la excepción. Los sospechosos no tardaron en aparecer. Los clientes habituales de "La Bregatti" parecían tener motivos para desear la muerte de Patatrás, pero había uno en particular que llamaba la atención: Gina, la nieta de un vecino que solía acudir a la heladería cuando era una niña de 10 años corría el año 1930. Patatrás había tenido un comportamiento extraño con ella, un afecto que con el tiempo se volvió incómodo. Gina, al cumplir de 25 años en 1945, vivía en Haedo, pero su pasado en el barrio la seguía como una marca, como el cucurucho que siempre llevaba en la mano cuando era niña y que extrañamente se tatuó en su brazo izquierdo. Ella se casó y tuvo una hermosa niña. Durante su embarazo siempre tenía antojo de helado en cucurucho. _ “Tocate la espalda” – Le decían las matronas por miedo a que se quede una marca de antojo en el cuerpo a su niña. Pero así fue. Esa niña llamada Florinda nació con la marca del cucurucho en su brazo derecho. Esto fue muy duro para Gina y así de generación en generación se fue contando la historia, la nieta de Gina, Norita también nació con esa marca, como un maldito designio. ¿Cómo reconstruir la historia? Se rumoraba que Gina había sido abusada por Patatrás, pero nunca se comprobó. Sin embargo, había otros detalles que ataban a Gina a la escena: huellas dactilares, que no pertenecían a ella; fotografías encontradas en la trastienda, y un mechón de pelo que parecía coincidir con el suyo. A pesar de esto, Rivas no podía descartar a otros sospechosos. El heladero tenía demasiados enemigos, desde los amigos del padre de Gina, hasta viejos clientes que guardaban rencores oscuros. El laberinto de secretos y mentiras se entretejía en una trama tan fría como el cuerpo de Patatrás. Cada pista parecía llevar a un nuevo callejón sin salida, un giro inesperado que sólo incrementaba la complejidad del caso. A medida que Rivas profundizaba en la investigación, descubría que en ese barrio no todo era lo que parecía. Las buenas costumbres se mezclaban con la inmoralidad, y el odio podía convertirse en una pasión violenta, casi bestial. El móvil del crimen, aparentemente, iba más allá de lo económico. Era una historia de traiciones antiguas, amores reprimidos y abusos olvidados. Y en el centro de todo, una verdad helada: Patatrás había vivido y muerto rodeado de los sabores que alguna vez encantaron al barrio, pero que ahora se fundían en una mezcla amarga, difícil de tragar. El asesino, cuando finalmente fue descubierto, no era otro que alguien cercano, alguien que Patatrás nunca hubiera imaginado. Alguien que lo había visto cometer sus peores pecados, alguien que vengó una herida que nunca sanó. Una venganza largamente esperada, para Norita servida fría, como el helado. Pd: Se cuenta que existen mujeres que siguen vengando por Morón a esos violentos. Podrás identificarlos por su marca de antojo de cucurucho en el brazo izquierdo.Están entre nosotros , sólo debes estar muy atento. (muestro mi brazo, donde se ve un antojo en forma de cucurucho). Stella Maris Vázquez 10/2024

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