lunes, 25 de noviembre de 2024

Título: Entre Máscaras y Revelaciones 2014

Autora: Stella Maris Vázquez En los turbulentos días de julio del año 2020, la pandemia de COVID-19 sumió al mundo en un estado de confusión y aislamiento. Perona, un pueblo de España cuando el verano se hacía sentir, fui testigo de una historia muy particular. Ella era Aurora, una mujer corriente, de clase obrera, trabajadora y luchadora, que enfrentaba cada día con valentía y determinación. Su cuerpo formado y robusto y su hermosa cabellera negra, acaparaba muchas miradas de los señores que venían de otros pueblos, Pero por cuidar a su madre, nunca formo pareja. En su pueblo había una salita de primeros auxilios y ella era la enfermera oficial. A veces también era madre, hermana, confesora, costurera, lavadora, en fin, era un trabajo interminable, que la tenía sumida en un profundo cansancio, físico y mental. Sin embargo, a medida que la pandemia se extendía, comenzó a sentirse cada vez más marginada por una sociedad que parecía haber perdido toda empatía y compasión. Por aquellos días el gremio de la sanidad fue uno de los más castigados y menos valorados. Fue entonces cuando sucedió lo inesperado, algo que cambiarían su vida para siempre algo que una muchacha de pueblo nunca esperaría. Esa mañana se acercó a la salita el señor Antonio Pereira Bazán, quien vino a donar barbijos y otros instrumentales médicos, pues según explicó, era el dueño de una fábrica extranjera muy importante. Antonio era alto, fuerte, bien vestido y acicalado, cabello negro y largo que reducía con una coleta engominada y dejaba un maravilloso aroma perfumado en su paso. De mediana edad como ella. Aurora quedó impresionada, más aún cuando le contó que era viudo, le gustaría formar una familia. Luego de acercarse varias veces la invitó a salir a escondidas, pues aún había restricciones. Era un hombre poderoso, adinerado, educado y muy amoroso. A menudo la agasajaba con flores, poemas y diversos regalos con una sonrisa encantadora y una forma de hablar que la hacía sentir especial. Era un hombre de mundo, que prometía llevarla de viaje a lugares exóticos y comprarle alhajas, como ese anillo con una piedra verde brillante que ostentaba en su mano derecha. De a poco la fue conquistando, sólo le faltaba una buena intimidad que se daba en forma esporádica y no iba más allá de toqueteos inquietos, pero Aurora se conformaba con los halagos y regalos que jamás en su vida nadie le había proporcionado. Aurora seguía trabajando sin parar, cuando tenía un franco lo veía y compartía hermosos momentos mañaneros. El calor avanzaba, como así también la pandemia. Un lunes entre tanta gente llegó por la noche a la salita Ariel Pérez Barda un hombre que le llamó la atención por su rudimentario vestuario, sus cabellos largos, sueltos al viento, y su mirada soñadora. Sus camisetas blancas sin mangas dejaban ver sus brazos y bellos del sobaco y su pañuelo anudado en su cabeza como gitano, le recodaban quizás a un pirata mal habido. Enseguida pudo percibir que era todo lo opuesto a Mario. Ariel era escritor, músico, pintor, un artista que encendió, la chispa de la vida en el corazón de Aurora con cada palabra y cada gesto. Sin dinero, pero con un alma apasionada. Quizás fueron sus creativos poemas, sus brazos, su olor rústico a transpiración y su piel, que pudo percibir cuando sus dedos se acercaron a su busto mientras ella le sacaba sangre, lo que despertaron sus instintos femeninos que estaban dormidos y ni siquiera conocía. El hombre volvió varias veces, sólo para verla, poder rozar su piel y observar como las gotas de sudor corrían por los senos de Aurora que afloraban tras un botón desprendido de su chaqueta en aquella tórrida tarde. Los encuentros se sucedían y prolongaban en charlas amenas y miradas inquietantes, hasta que rápidamente la atrapó con su intensidad y pasión. Comenzaron sus manos a recorrerla, hasta hacerla sentir húmeda…Al fin esa noche, en un descuido la levantó en andas, la sentó sobre una camilla y casi desgarrando su ropa, la penetró incansablemente como un animal en celo. Ella sólo pudo tomarlo por sus cabellos y sostenerse mientras él se movía, despidiendo ese olor maravilloso, que la llevaron al éxtasis total, algo que jamás había sentido. Durante meses, Aurora vivió en un estado de dualidad, compartiendo su tiempo y su afecto entre estos dos hombres que representaban mundos completamente diferentes. Los encuentros entre Aurora y los dos hombres eran como escenas sacadas de una novela romántica. Con el hombre poderoso, disfrutaba de lujosos viajes y cenas elegantes, a escondidas por la pandemia, mientras que, con Ariel, el hombre apasionado, se sumergía en un mundo de arte y pasión desenfrenada. Aurora se encontró atrapada entre dos mundos, encantada por la amabilidad de Antonio y atraída por la pasión y la poesía que rodeaba a Ariel. Y aunque Aurora intuía que algo no estaba bien, se dejaba llevar por la emoción y el deseo, sin sospechar la verdad que se escondía tras las máscaras. Conforme pasaba el tiempo, comenzó a notar similitudes entre los dos hombres que le resultaban inquietantes y extrañas como sus iniciales, ambas A.P.B. A pesar de sus personalidades opuestas, notaba ciertos rasgos en Antonio que le recordaban a Ariel. Observo que Antonio sólo venia por la mañana mientras que Ariel por la noche. Que sus manos que Antonio escondía, se parecían a las de Ariel que las movía por su cuerpo con invadiéndola hasta el alma. Que sus lunares negros detrás de la oreja eran similares. Y aquellas poesías, que ahora descubría semejantes . Hasta que, en esas noches maravillosas con Ariel, un descuido o mal movimiento dejaron caer de su bolsillo ese anillo verde brillante como esmeralda. Él no lo notó, pero Aurora aún más alertada y después de un tiempo de observación discreta, por fin descubrió la verdad sorprendente: Antonio y Ariel eran la misma persona. Antonio representaba su lado luminoso, lleno de bondad y compasión, mientras que Ariel era su alter ego, un reflejo de sus deseos más oscuros y sus impulsos menos nobles. Antonio era el nombre que usaba cuando quería ser visto como un hombre amable y respetable, mientras que Ariel era su alter ego, un lado oscuro que surgía cuando dejaba de lado las apariencias, un hombre que cambiaba sus máscaras y sus comportamientos para adaptarse a los deseos y expectativas de Aurora. Intrigada, decidió investigar un poco más, para tomar la decisión. Comparó sus letras escritas, sus olores, sus manos y todo concordaba. Se trataba del mismo hombre, ya no había dudas. Cuando finalmente descubrió la verdad, Aurora se sintió abrumada por una mezcla de sorpresa y decepción. Se había enamorado de dos hombres que en realidad eran uno solo. Un hombre que había jugado con sus sentimientos y su confianza de la manera más cruel. Al darse cuenta de esto, Aurora se encontró en medio de un conflicto interno. ¿Debería aceptar a esta persona con sus dos facetas tan distintas? ¿Podría confiar en alguien que es capaz de cambiar tan radicalmente su comportamiento? Se enfrentaba a la difícil decisión de aceptar la dualidad de esta persona o alejarse por completo. Sin embargo, conforme profundizaba en su relación con este hombre dividido, Aurora se encontraba cada vez más enredada en un conflicto interno. ¿Debería confrontarlo y exigir una explicación? ¿O debería seguir disfrutando de la compañía de ambos, sabiendo que ambos eran parte de la misma persona? Aurora Se sentía fascinada por la dualidad de este hombre y quería descubrir más sobre sus dos facetas. A medida que pasaba el tiempo, aprendió a disfrutar de las conversaciones amables con Antonio y de las noches de pasión y arte con Ariel Pero en medio de su dolor y su indignación, Aurora decidió tomar las riendas de su vida y desafiar la moral de la sociedad que la había marginado y menospreciado. Porque, Aurora seguía siendo una mujer valiente y decidida, dispuesta a luchar por su propia felicidad en un mundo que a menudo parecía estar en su contra. Y en medio de la pandemia y la adversidad, encontró la fuerza para seguir adelante, más fuerte y más decidida que nunca. Decidió vengarse siguiendo el juego para disfrutar plenamente las dos personalidades de ese hombre, así ella pudo seguir la farsa y vivir feliz a pesar de las miradas ajenas. Y él nunca lo supo, o quizás: sí

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Mi nombre es Lita, soy una pintora en el año 2050. Mi estudio se encuentra en un rincón pintoresco de París, con una vista privilegiada de...