lunes, 25 de noviembre de 2024

ENCUENTRO UN ESPERADO

Mi nombre es Lita, soy una pintora en el año 2050. Mi estudio se encuentra en un rincón pintoresco de París, con una vista privilegiada de los Campos Elíseos. En una tarde de verano, mientras me concentraba en un nuevo cuadro, algo extraordinario sucedió. Estaba experimentando con colores vivos y luces holográficas cuando de repente, una bruma etérea comenzó a materializarse frente a mí. Mis manos se detuvieron y mi corazón se aceleró. De la bruma emergió una figura que reconocí al instante por sus retratos: Claude Monet, el maestro impresionista. "¿Eres real?", pregunté, mi voz apenas un susurro. Monet asintió, sus ojos curiosos recorriendo mi estudio. "Soy tan real como tú en este momento", respondió en un francés perfecto, aunque su tono parecía de otra época. "¿Qué año es?", preguntó, con un dejo de asombro. "Es 2050", le dije, aún sin creerlo del todo. "Estamos en un París muy diferente al que conociste." Monet asintió, observando los dispositivos holográficos y las herramientas tecnológicas a mi alrededor. "El mundo ha cambiado mucho desde 1860", dijo, su voz impregnada de melancolía y fascinación a la vez. Lo llevé al balcón desde donde se veía la majestuosidad de los Campos Elíseos, iluminados por luces de neón y pantallas gigantes que proyectaban anuncios holográficos. Monet observó en silencio, sus ojos reflejando tanto sorpresa como nostalgia. "En mi tiempo, París era una ciudad de luces, pero no como estas", comentó. "La luz del sol reflejada en el Sena, los jardines de Giverny... todo era tan simple y puro." "Hoy en día, usamos la tecnología para crear nuevas formas de arte", le expliqué, mostrándole una de mis obras donde combinaba pintura tradicional con efectos digitales. "Intento capturar la esencia de la naturaleza como tú lo hiciste, pero con las herramientas modernas." Monet sonrió y se acercó a una de mis pinturas. "Es fascinante. La luz, los colores... has logrado algo increíble. Pero recuerda, Lita, el alma del arte siempre proviene del corazón y de la observación minuciosa de la naturaleza." Nos sentamos y hablamos durante horas. Me contó cómo pintaba los nenúfares en su jardín, cómo esperaba pacientemente el momento perfecto para capturar la luz. Le hablé de cómo la tecnología había transformado el mundo del arte, permitiéndonos experimentar con colores y luces que antes eran inimaginables. "Pero, a veces, me siento desconectada de la naturaleza real", confesé. "Todo es tan digital, tan artificial." Monet me miró con una sonrisa comprensiva. "La tecnología es una herramienta maravillosa, pero nunca debe reemplazar la conexión con la naturaleza. Sal, siéntete en un jardín, observa cómo cambian los colores con la luz del día. Ese es el verdadero arte." Finalmente, la bruma comenzó a envolverlo nuevamente. "Debo irme, pero recuerda, Lita, siempre pinta con el corazón y observa el mundo con ojos de niño." Lo vi desaparecer, llevándose consigo un pedazo de mi corazón. Esa noche, inspirada y llena de una energía renovada, me dirigí al jardín más cercano y me senté a observar. Por primera vez en mucho tiempo, pinté con una pasión pura y auténtica, sintiendo que Claude Monet estaba allí, guiándome con cada pincelada. Desde ese día, mis cuadros comenzaron a reflejar una nueva luz, una mezcla de la innovación del siglo XXI con la esencia atemporal de la naturaleza que Monet tanto amaba. Y su consejo resonaba en mi mente: "Siempre pinta con el corazón."

Gallega y porteña

Entro a una casa llena de música, es mi pasión absoluta, Los sonidos se entre mezclan. Escucho zambas chacareras, veo los pañuelos al aire, acompañados de bombos leguero y espuelas haciendo polvareda en el patio de tierra, allí en Santiago del Estero de mis abuelos maternos. Las faldas de las mujeres se arrastran coqueteando motivando al hombre al zapateo. Los sonidos de violines flotan en el aire serenándome. Ahora la jota aragonesa, jotas castellanas, con su bandurrias y castañuelas llaman mi atención haciéndome girar en círculos a los saltos. Escucho el grito de los baturros saltando alegres en una jota galega. Por encima escucho Música celta, y fados. Esas faldas similares a las argentinas. Esa vestimenta de vascos con boina y botas como los camperos argentinos. Más alejados, gitanos andaluces, corean cante hondos y soleares. Y el curro el palmo en el romance de Serrat, sigue palmeando farrucas. Esta casa es mi vida viajera con diversas habitaciones que encierran un alma sin tiempo ni edad, una vida llena de música y poesía, que me ayudan a seguir viviendo. Es mi presente, mi realidad, mí forma constante de vivir, hoy aquí y ahora.

Cuento Aquella mujer ( metamorfosis )

Aquella mujer, se despierta y se da cuenta que se ha convertido en la copa del mundo de fútbol. Su superficie de oro brillante atrae la atención de toda la gente, la tocan la besan y la acosan. En medio del frenesí un hombre se la apoya en su pene de manera inapropiada haciendo que sea violentada en su nueva forma. Y se la muestra al mundo. Los cánticos y los revoleos se multiplican cada vez más. Ella no comprende claramente que le sucede, pero observa que nadie se da cuenta que es una mujer. A medida que pasan los días algunos la odian, por lo que representa y otros la aman con devoción entre ellos David Beckham. Éste, se siente atraído por esa bella copa de oro y decide robarla llevándole a su casa y allí la somete sexualmente a una experiencia muy gozosa y excitante para ella. Mucho placer y gozos, sueños cumplidos, adorada y odiada por muchos hombres. Al atardecer la pasa a otros jugadores quienes comienzan el ciclo de abusos, besos y abrazos ignorando el alma atrapada dentro del trofeo. Finalmente, al pasar por tantas manos la copa comienza a desgastarse y su brillo dorado se opaca en un último gesto desesperación y dolor la mujer copa se desmorona mil pedazos liberando su espíritu y poniendo fin a su tormento la copa ya no existe y el mundo sigue olvidando rápidamente su paso por el calvario mientras su espíritu se libera y encuentra la paz en la eternidad..

MUERTE HELADA

Calle Capri 24 Año 1975 Haedo Bs AS Asesinato. Muerte por ahogamiento Se encuentra al occiso con dos cucuruchos clavados en sus ojos color verde chorreando helado de menta otro en su boca sambayón y otro en el orificio de su ano.. rociado de chocolate con frambuesa. Alrededor de las 23.30 Local saqueado Cuerpo descubierto por Joselyn López la señora de la limpieza. Quizás al asesino lo conoce y sus ojos verdes lo asoció con la menta. El olor a alcohol de sambayón lo recuerda, así como era: alcohólico. El chocolate con frambuesa en su ano, es la réplica de excremento con sangre. ¿Qué lleva al asesino a cometer este aberrante asesinato?, quizás a recrear una escena?, Una venganza ¿Cuál fue el móvil? Era una de esas noches en las que el aire parecía cargado de nostalgia, bajo una luna redonda que brillaba como una enorme bola de helado de crema vainilla, fundiéndose lentamente sobre el horizonte. Las calles dormían, y el único sonido era el eco distante de los pasos de Joselyn López, la señora de la limpieza, quien, como cada noche, se dirigía a la heladería “Bregatti". El reloj marcaba las 23:30. Al abrir la puerta, un olor a frambuesa, pistacho y frutos del bosque invadió el aire, mezclado con algo más denso, más oscuro. Joselyn sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras avanzaba por las escaleras polvorientas que llevaban a la trastienda. Fue entonces cuando lo vio. El cuerpo del heladero yacía en el suelo, helado como las vitrinas vacías que lo rodeaban. Estaba inmóvil, pero su expresión de terror aún perduraba. El heladero, don Patatrás,( llamado así por el personaje de un cuento del libro de lectura de su infancia el cual asustaba con solo su andar ,era un hombre de otra época, aferrado a los viejos oficios de sus antepasados: su abuelo fue zapatero, su padre relojero, y él, heladero, mantenía viva la tradición familiar. Aunque todos en el barrio lo conocían, no había muchos que le guardaran cariño. Decían que tenía un carácter difícil, que no era el hombre más limpio con sus clientes ni con su vida privada. El local, saqueado, mostraba signos de lucha. Los frascos de sabores estaban abiertos, derramando líquidos de colores sobre el suelo. Y lo más intrigante: sobre el mostrador, alguien había dejado una huella de helado de pistacho y un mechón de pelo oscuro. A primera vista, no parecía un robo común. Todo apuntaba a algo personal, algo profundamente arraigado en los rincones del pasado de Patatrás. Joselyn llamó a la policía, y en cuestión de minutos, la escena estaba rodeada de uniformados y detectives. Uno de ellos, el inspector Rivas, un hombre de costumbres particulares, con un sentido del humor tan agrio como el limón, comenzó a indagar entre los vecinos. Sabía que en ese barrio todos tenían algo que ocultar, y el heladero no era la excepción. Los sospechosos no tardaron en aparecer. Los clientes habituales de "La Bregatti" parecían tener motivos para desear la muerte de Patatrás, pero había uno en particular que llamaba la atención: Gina, la nieta de un vecino que solía acudir a la heladería cuando era una niña de 10 años corría el año 1930. Patatrás había tenido un comportamiento extraño con ella, un afecto que con el tiempo se volvió incómodo. Gina, al cumplir de 25 años en 1945, vivía en Haedo, pero su pasado en el barrio la seguía como una marca, como el cucurucho que siempre llevaba en la mano cuando era niña y que extrañamente se tatuó en su brazo izquierdo. Ella se casó y tuvo una hermosa niña. Durante su embarazo siempre tenía antojo de helado en cucurucho. _ “Tocate la espalda” – Le decían las matronas por miedo a que se quede una marca de antojo en el cuerpo a su niña. Pero así fue. Esa niña llamada Florinda nació con la marca del cucurucho en su brazo derecho. Esto fue muy duro para Gina y así de generación en generación se fue contando la historia, la nieta de Gina, Norita también nació con esa marca, como un maldito designio. ¿Cómo reconstruir la historia? Se rumoraba que Gina había sido abusada por Patatrás, pero nunca se comprobó. Sin embargo, había otros detalles que ataban a Gina a la escena: huellas dactilares, que no pertenecían a ella; fotografías encontradas en la trastienda, y un mechón de pelo que parecía coincidir con el suyo. A pesar de esto, Rivas no podía descartar a otros sospechosos. El heladero tenía demasiados enemigos, desde los amigos del padre de Gina, hasta viejos clientes que guardaban rencores oscuros. El laberinto de secretos y mentiras se entretejía en una trama tan fría como el cuerpo de Patatrás. Cada pista parecía llevar a un nuevo callejón sin salida, un giro inesperado que sólo incrementaba la complejidad del caso. A medida que Rivas profundizaba en la investigación, descubría que en ese barrio no todo era lo que parecía. Las buenas costumbres se mezclaban con la inmoralidad, y el odio podía convertirse en una pasión violenta, casi bestial. El móvil del crimen, aparentemente, iba más allá de lo económico. Era una historia de traiciones antiguas, amores reprimidos y abusos olvidados. Y en el centro de todo, una verdad helada: Patatrás había vivido y muerto rodeado de los sabores que alguna vez encantaron al barrio, pero que ahora se fundían en una mezcla amarga, difícil de tragar. El asesino, cuando finalmente fue descubierto, no era otro que alguien cercano, alguien que Patatrás nunca hubiera imaginado. Alguien que lo había visto cometer sus peores pecados, alguien que vengó una herida que nunca sanó. Una venganza largamente esperada, para Norita servida fría, como el helado. Pd: Se cuenta que existen mujeres que siguen vengando por Morón a esos violentos. Podrás identificarlos por su marca de antojo de cucurucho en el brazo izquierdo.Están entre nosotros , sólo debes estar muy atento. (muestro mi brazo, donde se ve un antojo en forma de cucurucho). Stella Maris Vázquez 10/2024

Título: Entre Máscaras y Revelaciones 2014

Autora: Stella Maris Vázquez En los turbulentos días de julio del año 2020, la pandemia de COVID-19 sumió al mundo en un estado de confusión y aislamiento. Perona, un pueblo de España cuando el verano se hacía sentir, fui testigo de una historia muy particular. Ella era Aurora, una mujer corriente, de clase obrera, trabajadora y luchadora, que enfrentaba cada día con valentía y determinación. Su cuerpo formado y robusto y su hermosa cabellera negra, acaparaba muchas miradas de los señores que venían de otros pueblos, Pero por cuidar a su madre, nunca formo pareja. En su pueblo había una salita de primeros auxilios y ella era la enfermera oficial. A veces también era madre, hermana, confesora, costurera, lavadora, en fin, era un trabajo interminable, que la tenía sumida en un profundo cansancio, físico y mental. Sin embargo, a medida que la pandemia se extendía, comenzó a sentirse cada vez más marginada por una sociedad que parecía haber perdido toda empatía y compasión. Por aquellos días el gremio de la sanidad fue uno de los más castigados y menos valorados. Fue entonces cuando sucedió lo inesperado, algo que cambiarían su vida para siempre algo que una muchacha de pueblo nunca esperaría. Esa mañana se acercó a la salita el señor Antonio Pereira Bazán, quien vino a donar barbijos y otros instrumentales médicos, pues según explicó, era el dueño de una fábrica extranjera muy importante. Antonio era alto, fuerte, bien vestido y acicalado, cabello negro y largo que reducía con una coleta engominada y dejaba un maravilloso aroma perfumado en su paso. De mediana edad como ella. Aurora quedó impresionada, más aún cuando le contó que era viudo, le gustaría formar una familia. Luego de acercarse varias veces la invitó a salir a escondidas, pues aún había restricciones. Era un hombre poderoso, adinerado, educado y muy amoroso. A menudo la agasajaba con flores, poemas y diversos regalos con una sonrisa encantadora y una forma de hablar que la hacía sentir especial. Era un hombre de mundo, que prometía llevarla de viaje a lugares exóticos y comprarle alhajas, como ese anillo con una piedra verde brillante que ostentaba en su mano derecha. De a poco la fue conquistando, sólo le faltaba una buena intimidad que se daba en forma esporádica y no iba más allá de toqueteos inquietos, pero Aurora se conformaba con los halagos y regalos que jamás en su vida nadie le había proporcionado. Aurora seguía trabajando sin parar, cuando tenía un franco lo veía y compartía hermosos momentos mañaneros. El calor avanzaba, como así también la pandemia. Un lunes entre tanta gente llegó por la noche a la salita Ariel Pérez Barda un hombre que le llamó la atención por su rudimentario vestuario, sus cabellos largos, sueltos al viento, y su mirada soñadora. Sus camisetas blancas sin mangas dejaban ver sus brazos y bellos del sobaco y su pañuelo anudado en su cabeza como gitano, le recodaban quizás a un pirata mal habido. Enseguida pudo percibir que era todo lo opuesto a Mario. Ariel era escritor, músico, pintor, un artista que encendió, la chispa de la vida en el corazón de Aurora con cada palabra y cada gesto. Sin dinero, pero con un alma apasionada. Quizás fueron sus creativos poemas, sus brazos, su olor rústico a transpiración y su piel, que pudo percibir cuando sus dedos se acercaron a su busto mientras ella le sacaba sangre, lo que despertaron sus instintos femeninos que estaban dormidos y ni siquiera conocía. El hombre volvió varias veces, sólo para verla, poder rozar su piel y observar como las gotas de sudor corrían por los senos de Aurora que afloraban tras un botón desprendido de su chaqueta en aquella tórrida tarde. Los encuentros se sucedían y prolongaban en charlas amenas y miradas inquietantes, hasta que rápidamente la atrapó con su intensidad y pasión. Comenzaron sus manos a recorrerla, hasta hacerla sentir húmeda…Al fin esa noche, en un descuido la levantó en andas, la sentó sobre una camilla y casi desgarrando su ropa, la penetró incansablemente como un animal en celo. Ella sólo pudo tomarlo por sus cabellos y sostenerse mientras él se movía, despidiendo ese olor maravilloso, que la llevaron al éxtasis total, algo que jamás había sentido. Durante meses, Aurora vivió en un estado de dualidad, compartiendo su tiempo y su afecto entre estos dos hombres que representaban mundos completamente diferentes. Los encuentros entre Aurora y los dos hombres eran como escenas sacadas de una novela romántica. Con el hombre poderoso, disfrutaba de lujosos viajes y cenas elegantes, a escondidas por la pandemia, mientras que, con Ariel, el hombre apasionado, se sumergía en un mundo de arte y pasión desenfrenada. Aurora se encontró atrapada entre dos mundos, encantada por la amabilidad de Antonio y atraída por la pasión y la poesía que rodeaba a Ariel. Y aunque Aurora intuía que algo no estaba bien, se dejaba llevar por la emoción y el deseo, sin sospechar la verdad que se escondía tras las máscaras. Conforme pasaba el tiempo, comenzó a notar similitudes entre los dos hombres que le resultaban inquietantes y extrañas como sus iniciales, ambas A.P.B. A pesar de sus personalidades opuestas, notaba ciertos rasgos en Antonio que le recordaban a Ariel. Observo que Antonio sólo venia por la mañana mientras que Ariel por la noche. Que sus manos que Antonio escondía, se parecían a las de Ariel que las movía por su cuerpo con invadiéndola hasta el alma. Que sus lunares negros detrás de la oreja eran similares. Y aquellas poesías, que ahora descubría semejantes . Hasta que, en esas noches maravillosas con Ariel, un descuido o mal movimiento dejaron caer de su bolsillo ese anillo verde brillante como esmeralda. Él no lo notó, pero Aurora aún más alertada y después de un tiempo de observación discreta, por fin descubrió la verdad sorprendente: Antonio y Ariel eran la misma persona. Antonio representaba su lado luminoso, lleno de bondad y compasión, mientras que Ariel era su alter ego, un reflejo de sus deseos más oscuros y sus impulsos menos nobles. Antonio era el nombre que usaba cuando quería ser visto como un hombre amable y respetable, mientras que Ariel era su alter ego, un lado oscuro que surgía cuando dejaba de lado las apariencias, un hombre que cambiaba sus máscaras y sus comportamientos para adaptarse a los deseos y expectativas de Aurora. Intrigada, decidió investigar un poco más, para tomar la decisión. Comparó sus letras escritas, sus olores, sus manos y todo concordaba. Se trataba del mismo hombre, ya no había dudas. Cuando finalmente descubrió la verdad, Aurora se sintió abrumada por una mezcla de sorpresa y decepción. Se había enamorado de dos hombres que en realidad eran uno solo. Un hombre que había jugado con sus sentimientos y su confianza de la manera más cruel. Al darse cuenta de esto, Aurora se encontró en medio de un conflicto interno. ¿Debería aceptar a esta persona con sus dos facetas tan distintas? ¿Podría confiar en alguien que es capaz de cambiar tan radicalmente su comportamiento? Se enfrentaba a la difícil decisión de aceptar la dualidad de esta persona o alejarse por completo. Sin embargo, conforme profundizaba en su relación con este hombre dividido, Aurora se encontraba cada vez más enredada en un conflicto interno. ¿Debería confrontarlo y exigir una explicación? ¿O debería seguir disfrutando de la compañía de ambos, sabiendo que ambos eran parte de la misma persona? Aurora Se sentía fascinada por la dualidad de este hombre y quería descubrir más sobre sus dos facetas. A medida que pasaba el tiempo, aprendió a disfrutar de las conversaciones amables con Antonio y de las noches de pasión y arte con Ariel Pero en medio de su dolor y su indignación, Aurora decidió tomar las riendas de su vida y desafiar la moral de la sociedad que la había marginado y menospreciado. Porque, Aurora seguía siendo una mujer valiente y decidida, dispuesta a luchar por su propia felicidad en un mundo que a menudo parecía estar en su contra. Y en medio de la pandemia y la adversidad, encontró la fuerza para seguir adelante, más fuerte y más decidida que nunca. Decidió vengarse siguiendo el juego para disfrutar plenamente las dos personalidades de ese hombre, así ella pudo seguir la farsa y vivir feliz a pesar de las miradas ajenas. Y él nunca lo supo, o quizás: sí

viernes, 25 de mayo de 2007

Tango donde una mujer termina feliz

Malditas agallas

Me enamoré de tus ojos

Y te ves mentolado

bien hecho chico

¿Quién lo hubiera imaginado?

Que escondías un puñal

Para apuñalarme por detrás

- Siempre seré tuyo...

Mi querida viejecita...

Me agrupaste con chamuyo

me tenias enamorado

Yo, dulce y joven musa

Eres diez años más joven

Pensé que era tu reina

Y me robaste mi honor.

Lo descubriste cuando tenía cuarenta

Viento, juventud y carpeta

Ya no soy una niña pequeña

Jugaste con mi ilusión

Y desde el borde está la piscina.

Acabas de darte un chapuzón.

Me preguntó qué hago ahora.

Con los cheques que dejé

hoy estuve pagando

El reloj y ese gato.

Dime traidor

Si aún te queda valor

¿Cómo se les paga ahora?

Las deudas de un metejón.

Sabías que hacía viento

lo fuiste claro

Y no dudaste ni un segundo

En robarme hasta los frascos.

Te volviste malo..

Tus mañanas pronto se acabarán

Porque este engaño fulero

Te debe costar caro

muñeca cuando la muerte

te encuentro en el callejón

Recuerda a esta anciana

¿Qué te dio el corazón?

Historia de un pueblo

PUEBLO BLANCO

cuento

LA OLLA

Pueblo Blanco, así le decían a ese lugar, tan cargado de magia, con aquellos perfumes extraños y esos sabores agrestes, que permitían sentirse libre a toda aquella persona que lo habitara.

Antonio era un lugareño; ya hacía varios años que había llegado con su familia una cálida tarde de enero. Poco después sus padres se habían separado; fue entonces cuando su madre, Lola, decidió vivir en La olla junto a sus cuatro hijos: Antonio, el Gurí, la Lore y Susi la mayor de todos.

El verano era fuerte y sólo se podía soportar cerca del río, ya sea nadando o andando en canoa. Así... nadando y remando ese río se llevó a la Susi aquella calurosa siesta cuando sólo tenia dieciocho años; la morocha más linda del pueblo dejó a su familia desolada.

Tristes fueron los primeros tiempos sin ella: La mayor, la que ayudaba con los hermanos, la que trabajaba para traer un poco de pan, la que no llegó a conocer la alegría de tener un novio, como Dios manda. La familia jamás superó su ausencia y poco a poco se fue destruyendo, cada uno en soledad lloró su muerte.

A la Lore, la más pequeña, no le fue tan mal en La olla (así se llamaba el barrio pobre escondido tras la hondonada) había lindos chicos, sólo que nunca le contaron como cuidarse de ellos. A los quince ya tenía una niña con El Luis, pero éste se fue del pago a buscar nuevos horizontes y jamás volvió. Por suerte o por desgracia, a los dieciséis llegó Pedro, hijo de un señor muy importante que vivía en el barrio alto, con él los cuidados fueron menos, así a los nueve meses la Lore repitió su historia . Esta vez no le fue mejor, pues, al niño bien, le prohibieron volver a verla para evitar habladurías; su padre, el Director del Normal, no quería ser señalado por las correrías de su hijo. Fue entonces como La Lore tuvo su niño en lo de Doña Paula, la partera, pero no lo pudo ver; le dijeron que era enfermito, que necesitaba cuidados especiales y, por unos pesos de más, Doña Paula le dio la triste noticia de su muerte. A la Lola le vino bien el dinero que le dieron a escondidas ,—Así es mejor—pensó la Lola —Una boca menos— y... nunca más se habló del tema.

Mientras tanto, la Lola era bastante requerida los hombres del barrio, después de todo, aunque parecía mayor, sólo tenía treintaicinco años. Al padre del Antonio y la Susi lo veía casi siempre, pero el padre del Gurí sólo venía de cuando en cuando a pedir dinero para emborracharse en los bares del pueblo; peor suerte corrió La Lore con el suyo, pues nunca lo conoció.

Por su parte el Gurí y el Antonio vivían para jugar al fútbol, eran más grandes, pero todavía la primavera no los había sorprendido, quizás por los sanos consejos del padre de Antonio que los quería a todos como a sus hijos.

La playa era para los varones el lugar de encuentro con sus amigos, allí pasaban horas jugando en la arena caliente hasta que, sus pies, ardidos, daban señales de pertenecer a su cuerpo. Entre juegos y canotajes el tiempo parecía detenerse, siempre era tarde para ir al colegio o para hacer sus tareas, sólo conocían de peces, carnadas y de toda cuestión referida al río.

El río... con las fauces de un gigante que se había devorado parte de su vida, era para el Antonio, misterio y atracción; todos los veinticinco se sentaba en la playa, allí donde pisó su hermana por última vez, a recordarla. En ese lugar podía resucitar su larga cabellera negra, su sonrisa blanca y sentir que el viento le devolvía su risa por un instante. La Susi, compañera de juegos, su hermana casi gemela,- pues sólo era un año mayor que él- , aparecía y desaparecía entre el río y la playa, besaba sus mejillas y le dejaba ese sabor acre de la ausencia... .

EL ESPECTRO

Aquel verano Antonio cumplía sus dieciocho y su cuerpo dorado de sol recordaba al legendario Tarzán, su cabellera larga, rizada, y esos ojos café hacían zozobrar a cuanta joven caminaba por la playa.

En esa temporada descubrió azorado los cambios de su cuerpo y la influencia que ejercía sobre la jóvenes lugareñas. Su aspecto salvaje, el pecho ensanchado, sus largas piernas y sus brazos toscos, inflados de tanto pelearse con las canoas y hacer carreras de nado con sus amigos, eran la envidia de cualquier vago de la zona. Las chicas le echaban vistazos de reojo, esperando se digne a mirarlas, pero él sólo tenía tiempo para el río y las canoas. En vano lucían sus trajes de baño diminuto, su piel color bronce delante del Antonio.

En ese salvaje escenario, se recostaba todas las tardes sobre aquel sauce llorón que parecía la cabellera de una mujer,la que ,ardiente por el sol de enero buscaba ayuda en el viento para refrescarse en el agua junto a los peces .

Estaba mirando el río cuando escuchó el silbato :

— ¡Ayuda, se ahoga !— gritaban unos vagos cerca del muelle.

Corrió el bañero a auxiliar a el Mecho, a quien su canoa le jugó una mala pasada. El Antonio se acercó a ver a su amigo, que boqueaba sobre la arena, fatigado por el sacudón.

— ¿Estás bien? — preguntó.

— ¡Sí, que susto!— contestó el Mecho, escupiendo agua.

Al levantarse, su mirada quedó presa de un par de ojos negros que lo observaban de arriba hacia abajo con rostro expectante. Fue un segundo de tiempo; cerró los ojos y se los refregó para convencerse ...

—¡ La Susi ! gritó y dando un salto corrió a abrazarla, pero esa imagen se esfumó en el aire dejando el perfume de su piel.

Inútil fue buscarla por toda la playa, había visto un espectro; sin embargo, era la viva imagen de su hermana, no podía equivocarse.

En las tardes siguientes volvió a recorrer el lugar en busca de esa mirada, pero todo fue en vano; les contó a su madre y a sus hermanos, quienes lo trataron de loco.

— ¡ Cómo se te ocurre!—dijeron sus hermanos al unísono.

— ¡El sol te ha hecho mal — decía su madre, persignándose.

Pero el Antonio no podía olvidarla :

— ¡Me estoy volviendo loco — pensó, camino a la playa.

Esa tarde, después de haber navegado un rato se recostó en la arena a tomar sol, el aire cálido lo envolvía, sus ojos pedían descanso y cerrándolos se dormitó un rato. Lo suficiente como para que en sus sueños apareciera ella ; otra vez esa imagen le generaba sobresalto. Abrió los ojos y se encontró de pronto frente a ella, pero esta vez el sentimiento cambió .

Esa morocha era real, y lo miraba con su blanca sonrisa.

— ¡Es La Susi! ¡ Qué parecida! —pensó preocupado; mientras la joven intentaba acercarse a él.

—¡Hola! —Murmuró la chica —¿Sos de por acá ?...

— Sí, soy el bañero de esta playa — Asintió Antonio, tratando de sostener su mentira con una pose de hombre forzudo ensayada muchas veces.

—¡Qué bueno !,¿Cómo te llamás ? retrucó la chica, sin creerle demasiado.

— ..Anto....Tony, me dicen Tony , ¿y vos ?—contestó, con dudas.

—..Paulina ...me dicen Pau... ji, ji— Contestó la joven soltando, una carcajada.

EL AMOR

De inmediato Antonio sintió como un tropel embravecido le cruzaba el pecho y, sonrojado trató de controlarse...

— ¿De dónde sos, Pau? —preguntó

—Soy de una ciudad de sur llamada La Loma, vengo todos los veranos a visitar a mis parientes— contestó la damita, jugando con los dedos en sus renegridos cabellos.

—¿Querés que te lleve a pasear en bote?

— Me da un poco de miedo, pero...—

—¡Dale, te voy a enseñar la isla y el barrio de los pescadores, vamos ! — dijo el Antonio estirando su mano hacia ella.

Cuando la tocó, sintió un temblor impredecible,... se dio cuenta de que surgía en él un sentimiento desconocido.

Los paseos en bote se sucedieron uno tras otro, así como las largas caminatas por el parque y los atardeceres en la playa. El amor crecía y, el Antonio ya había olvidado cómo empezó esta historia, sólo deseaba que no terminara nunca.

La risa era su aliada más fiel, la música que compartían les brindaba la alegría que pocos entendían, cuando eran sorprendidos bailando en el medio de la calle, o sobre un banco de la plaza, como dos locos. La imitación de un bailarín de moda era lo que a la Paulina más le divertía del Antonio, adoraba verlo contornearse al compás de la canción que él mismo tarareaba. Ambos sentían que eran almas gemelas, parecían conocerse de tiempos remotos, sabían que el amor los tocaba de cerca.

Los acercamientos fueron cada vez más fuertes, ya no bastaba con besarse o abrazarse, las miradas se chocaban, y sus cuerpos jóvenes, se deseaban profundamente. Con estos sentimientos, resultó fácil encontrar un lugar para la pasión . La casa del padre del Antonio, que volvía tarde del trabajo, fue para ellos el refugio ideal para una tarde de amor... Una tarde cálida de verano, dos cuerpos adolescentes sedientos de placer; el candor de una joven; un deseo: que sea una tarde interminable; una ilusión : que este amor dure toda la vida... .

Estos encuentros se fueron sucediendo con más frecuencia, con más emoción, después los pudores se escondieron entre las sábanas, y juntos fueron descubriendo las formas de sus cuerpos, sus almas se fundieron en el primer amor. Ese amor que les permitió volar y soñar.

Durante un tiempo Antonio escondió ese amor, pues pensaba lo que sentiría su familia cuando la conocieran,—Ese parecido con la Susi , va a ser muy difícil que no se den cuenta—murmuraba en su interior.

Pero fue inevitable. Una tarde, de paseo por el parque con la Paulina, se encontró de frente con su mamá que hacia lo mismo con su novio. Los ojos de la Lola se iluminaron, un frío estremecedor recorrió su cuerpo, — ¡La Susi! — gritó, persignándose sin parar. Un segundo fue suficiente para recordar ese episodio, la embarcación boca arriba, su hija gritando en el río, los bañeros desesperados luchando por salvarla y después... el horror; el cuerpo de la Susi hinchado, morado, y sus ojos, víctimas de las pirañas, cuando la encontraron al día siguiente en la orilla.

La Paulina no comprendió su actitud, pero tuvo un presentimiento terrible, quizás el mismo que tuvo Lola cuando vio el fantasma de su hija. Al fin se saludaron; más tarde, el Antonio le contó a la Paulina la historia de su hermana y el singular parecido entre ambas. Ella comprendió, pero quedó aterrorizada, no podía dejar de pensar en esa tragedia que, por momentos, parecía un mal sueño que la relacionaba con tan absurdo destino.

Los días pasaban y los enamorados parecían no molestarse cada vez que algún conocido los cruzaba y se repetían las escenas de sorpresa al conocer a la joven y creer que veían al espíritu de la finadita. También la conocieron el Gurí y la Lore pero, prevenidos, disimularon muy bien.

Poco a poco, en la olla se fue instalando el rumor:

— ¡ El ánima de la Susi merodea por el poblado !— alertó, Doña Flora. —¡Viene a buscar descanso, Dios se apiade del Antonio, meterse con su propia sangre¡ — dijo haciendo cruces en el aire.

—¿Qué dice Doña?—Preguntó la Lola.

—¡Dejáme este asunto a mí querida, vos cuidá a tu hijo de esa extraña —contestó la vieja, juntando unas hojitas del suelo.

Antonio comenzaba a preocuparse por aquel rumor, no le gustaba que lo señalen, pero su pasión era incontrolable. Día a día el sentimiento por la Paulina era mayor. A veces le parecía verla entre la gente llamándolo , agitando sus brazos... él corría obstinado hacia ella, pero,... su imagen se evaporaba. Muchas tardes, después de verla, lo encontraban sus amigos hablando solo, caminando por la orilla de la playa donde la conoció.

Sus encuentros eran cada vez más bellos. Tan bellos que él ya no podía creer que esto fuera real ... había comenzado a pensar lo que decían acerca de ella :

—¡ Es el ánima de la Susi ! ¡Es tu propia sangre !— sentenció Doña Flora.

— ¡Es mandinga en persona, quiere venganza!—comentó su madre.

—¡Te va a volver loco !—, le dijo el Gurí.

Pero el Antonio ya no escuchaba, su mente estaba muy lejos,... allá ... en la orilla de la playa,...ese día en que se arrojó al agua para salvar su pellejo cuando la canoa se dio vuelta; escuchó los gritos de su hermana pero no pudo volver atrás, la corriente lo arrastró hacia un amarradero, pero la Susi no tuvo la misma suerte. Cuando giró la cabeza descubrió sus ojos desesperados que le hablaban con una mezcla de odio y furia, dolida por aquella fuga.

—¡Yo no pude volver atrás, no tenía fuerzas, no la abandoné! —Gritó con impotencia.

Preso del llanto y el dolor corrió a buscar a la Paulina cuya figura, para entonces, era la reencarnación de su hermana. Sus pasos lo llevaron sin pensar a La Olla, y extrañamente, la encontró en su propia casa, junto a la Lola con su sobrina en los brazos. Sin pensarlo se lanzó sobre el cuello de esa mujer, presionando muy fuerte, mientras su familia trataba de detenerlo inútilmente. Sus ojos, ciegos de venganza y miedo, sólo reflejaban la cara de la Susi o la Paulina; Luego siguieron gritos, confusión, y el golpe en la cabeza que le dio el Gurí para frenarlo.

Esto pasó en un instante, un minuto de locura le costó al Antonio la cárcel y luego el manicomio, la droga y el alcohol hicieron el resto.

Parte de esta historia me la contó la Paulina dos días antes de la tragedia, cuando le vendí el boleto de ómnibus que la llevaría de regreso a su casa, pues terminaban sus vacaciones .

Lo demás, fue comentado en todo el pueblo durante mucho tiempo

Una vez más la desgracia envolvió esa familia, una vez más la Lola estuvo de velorio. Pero esta vez para enterrar a la Lore, la menor.

FIN

ENCUENTRO UN ESPERADO

Mi nombre es Lita, soy una pintora en el año 2050. Mi estudio se encuentra en un rincón pintoresco de París, con una vista privilegiada de...